Rishi Sunak sigue cuesta abajo en la rodada. En pleno año electoral acaba de perder dos elecciones de renovación de escaño que dan una acabada idea de lo que le espera a los conservadores en los comicios generales. Como si esto fuera poco, el Reino Unido se encuentra desde el jueves pasado oficialmente en recesión luego de que los datos económicos de la autárquica Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS en inglés) mostraran que la economía había caído dos trimestres consecutivos entre julio y diciembre (0,1 y 0,3%). Así las cosas hay una extraordinaria confluencia de voces que piden la cabeza de Sunak en bandeja, sea por llamado anticipado a elecciones (la oposición) o por defenestración interna (los conservadores)
Vayamos por partes. En Wellingborough, localidad de unas 56 mil habitantes en el centro de Inglaterra, los laboristas le ganaron el escaño a los conservadores con un viraje del voto del 28 %, el segundo más grande desde la Segunda Guerra Mundial. En Kingwood, sudoeste del país, hubo un traspaso del 16,1 por ciento del electorado de los tories a los laboristas.
El jueves la autárquica Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS en inglés) no le dio ninguna mano a los conservadores publicando los datos que confirmaban que técnicamente el país está en recesión. El descenso fue en todos los sectores de la economía, pero especialmente en el comercio que tuvo una brutal descenso en las ventas del trimestre navideño, caracterizado normalmente por el fuerte aumento del consumo.
Si todavía faltara algo a este panorama poco alentador, súmele el invierno inglés – frío, oscuridad, lluvia, viento – y va a tener un combo completo del estado de ánimo de la población en estas islas que alguna vez fueron el imperio donde nunca se ponía el sol.
Basta ya
El resultado electoral confirma lo que vienen vaticinando las encuestas desde hace más de un año: el hartazgo de los votantes luego de 14 años consecutivos de ajuste conservador. Si se extrapola a las otras 648 zonas electorales, los laboristas tendrían una mayoría absoluta parlamentaria de más de 60 diputados en los comicios de este año. “Hace un año que los laboristas tienen 17 puntos de ventaja sobre los conservadores. Incluso después de una semana difícil políticamente, el líder laborista Keir Starmer está en camino de convertirse en el próximo primer ministro”, analizó para la BBC el pope de las encuestas en el Reino Unido, John Curtice.
El líder laborista es un abogado insípido que no ha presentado casi ninguna propuesta concreta desde que sucedió a Jeremy Corbyn en 2020. La más tangible de ellas – invertir 28 mil millones de libras anuales en energía verde – fue dejada a un lado hace 10 días porque era demasiado audaz y temía abrir flancos de ataque a los conservadores. En vísperas de las dos elecciones, Starmer se vio obligado a separar al candidato a la renovación de escaño a fin de mes en otro distrito, Rochdale, por acusaciones de antisemitismo que le han complicado la vida al partido desde la época de su anterior líder Jeremy Corbyn. Ni así, Sunak consiguió achicar diferencias para impedir que votantes conservadores o centristas se inclinaran en masa por el laborismo.
De las cinco promesas que hizo Sunak hace un año solo una se ha cumplido: reducir a la mitad la inflación (alrededor del 5%). Esto que para un argentino puede parecer razón necesaria y suficiente para la reelección, empalidece frente a todos los otros indicadores:, brutal deterioro de los servicios públicos, altísimas tasas de interés, alquileres e hipotecas por las nubes, rezago salarial, niveles récord de pobreza y gente sin techo.
Súmele a esto que a nivel político Sunak es un paracaidista en su propio partido, sin base propia, tironeado como un arlequín por los distintos sectores, en especial las tres tribus de ultra derecha que se disputan su cetro y que le exigen más antieuropeísmo, más política anti-inmigratoria, más mano dura.
Corriéndose hacia la derecha
A Sunak lo corre no solo su propia ultraderecha sino la que emergió fuera de las filas conservadoras de las manos del genio maligno del Brexit, Nigel Farrage. El “Reform UK” de Farrage obtuvo el 13 % en el comicio de Wellingborough y el 10,1% en el de Kingwood, en su mayoría a expensas de los conservadores. En las encuestas del año pasado dio un promedio de un 10% de apoyo. “Esto favorece a los laboristas. Pero si podemos reunificar a la derecha tenemos una verdadera oportunidad”, intentó inyectar fe en las filas de la ultraderecha anti-europeísta el diputado conservador Jacob Rees-Mogg.
La agenda de las tribus ultraconservadoras es previsible: recortar impuestos para las corporaciones y las personas, reducir la inmigración y limitar al máximo posible los compromisos con la Unión Europea (UE). El primer ministro dio una primera indicación de que está dispuesto a adoptar esta agenda al reaccionar a los resultados. “Vamos a seguir nuestro camino. Reducimos la inflación, reduciremos los impuestos”, dijo Sunak.
La expectativa está puesta en el presupuesto que anunciará el gobierno en marzo, pero el margen de maniobra para avanzar es reducido. La deuda pública se disparó al 100% del PBI, los intereses mensuales rondan las 10 mil millones de libras y los servicios públicos están haciendo agua. La única manera de hacer un recorte significativo a nivel impositivo sería cortar el gasto público en momentos en que el deterioro del Servicio Nacional de Salud, la educación y el transporte figuran entre los temas que más preocupan al electorado.
Los impuestos del multimillonario
A Sunak lo persigue otro fantasma del que no puede librarse ante una sociedad que está atravesando una profunda crisis del costo de la vida. El primer ministro es un multimillonario, casado con una multimillonaria, la india Akshata Murky, que comparte con su marido su inclinación por las inversiones en el extranjero y los dudosos arreglos fiscales.
Una investigación de la Tax Justice Network (TJN) en el Reino Unido halló que Sunak obtuvo ganancias de más de dos millones de libras el año pasado, pero solo pagó un 23% de impuestos, equivalente a lo que se le descuenta a un maestro automáticamente de su salario. La investigación fue reproducida por más de 900 periódicos y webs, entre ellas los más importantes del país, y expuso en toda su crudeza la apabullante desigualdad económica y fiscal que impuso en el Reino Unido en los 80 la ídolo de Javier Milei, la “dama de hierro” Margaret Thatcher.
Desde ya que Sunak no es un caso aislado. Como reveló la TJN, el sistema impositivo británico favorece la inversión financiera: los beneficios de la venta de acciones, por ejemplo, pagan solo un 20% de impuestos. Según la TJN se podrían recaudar unos 15 mil millones de libras por año si se cerraran esta y otras brechas fiscales.
Mientras el NHS y el transporte y la educación languidecen por falta de financiamiento, la tasa corporativa es del 25%, la más baja entre los países del G7. Jeremy Hunt, ministro de finanzas de Sunak, anunció el año pasado una reducción adicional impositiva de 50 mil millones de libras en los próximos cinco años.
Y no es que a las grandes empresas les faltasen beneficios con los conservadores. Según la Auditoría Nacional, las exenciones impositivas corporativas superaron los 200 mil millones el año pasado. Sumando estas cifras de un sistema impositivo que favorece claramente a las empresas, se podrían recomponer los servicios públicos británicos que sobreviven como pueden a la anoréxica inversión de los conservadores desde que asumieron en 2010. Con estos datos a mano, ¿sorprende que el gobierno y su primer ministro sean percibidos como distantes, ajenos y solo interesados en sus propios bolsillos?