La ola de protestas de la ultraderecha fue neutralizada a medias este fin de semana por grupos antirracistas, ciudadanos de a pie y la intervención policial. En algunas ciudades primó la violencia con incendios de alojamientos temporarios de inmigrantes y decenas de arrestos, en otras hubo repliegue de las fuerzas ultraderechistas ante la reacción de la población y hasta hubo casos, como el de Liverpool, de un pacífico diálogo entre el imán de la mezquita y algunos de los manifestantes. Este domingo el incidente más grave se registró en Rotherham, norte del país, donde hubo enfrentamientos entre cientos de personas que destrozaron las ventanas de un hotel de alojamiento para solicitantes de asilo y la policía. Al cierre de esta nota se contabilizaban más de 150 arrestos en el fin de semana.
La plana mayor del gobierno laborista, encabezada por el primer ministro Keir Starmer, condenó esta ola de violencia y señaló que recaería todo el peso de la ley sobre los responsables. “Pagarán por sus acciones. Habrá arrestos, juicios y el pleno peso de la ley que incluirá juicio, prisión y prohibición de desplazamiento”, dijo la ministra del interior Yvette Cooper.
El primer ministro Starmer apuntó directamente contra los gigantes tecnológicos que dominan las redes sociales. “Les digo a las grandes compañías que dominan las redes sociales, que la violencia y el caos que hemos visto y que fue claramente orquestado por las redes sociales, es un delito. Y este delito está sucediendo en sus moradas. La ley se debe cumplir en todas partes”, dijo Starmer.
No había necesidad de nombrarlo: el dueño de X y “amigo” de Javier Milei, Elon Musk, está en el centro de la controversia.
Extremistas, hoolligans, vigilantes y familias
Las protestas por el asesinato de 3 niñas de 4, 7 y 9 años el lunes pasado en el norte de Inglaterra – falsamente atribuida a un inmigrante terrorista musulmán con una imagen creada por Inteligencia Artificial – fueron violentas, xenófobas y minúsculas. Replicadas en distintas partes del país, desde el norte – Liverpool, Manchester – hasta el sur – Londres, Bristol – permitieron crear en los medios y las redes la impresión de una masiva e irresistible insurrección nacional.
La realidad es que raramente las protestas superaron las 100 personas. Los manifestantes eran una mezcla de hooligans (barras bravas), racistas, indignados, aburridos, exaltados y desinformados, entre ellos algunas familias con sus hijos, todos retroalimentados con versiones falsas de nuevos asesinatos y comandos musulmanes o inmigrantes.
La composición social se vio a las claras en las imágenes televisivas, fotos y videos colgados en las redes sociales, pero también en el tipo de misiles elegidos para atacar a la policía, mezquitas, refugios de inmigrantes y manifestantes antirracistas. A las piedras se añadieron ladrillos, botellas y latas de cerveza presumiblemente vacías, símbolo típico estos envases de los desmanes de hooligans ingleses de los 80 y 90 que le valieron la prohibición al fútbol inglés de participar en las copas europeas por cinco años (1985-1990).
La geografía
Las regiones más afectadas fueron las del empobrecido norte del país que rodea a Southport, la ciudad costera donde un desequilibrado mental galés, Axel Muganwa Rudakubana, hijo de inmigrantes ruandeses de 17 años, asesinó a las tres niñas y acuchilló a otras ocho, más dos adultos que estaban a cargo de una sesión de danza infantil que tenía de fondo temático a la cantante Taylor Swift.
Las manifestaciones fueron “in crescendo” con el estímulo de las redes sociales y la inteligencia artificial que escenificaba protestas donde no estaba ocurriendo nada. Los desmanes se extendieron desde Londres hasta Belfast, capital de Irlanda del Norte. La norteña Sunderland fue escenario el viernes de los incidentes más violentos que incluyeron el incendio de una comisaría, un patrullero y un centro de refugiados. Esa violencia convocó más violencia en Rotherham el domingo donde se registró un virtual sitio de un Holiday Inn que aloja a solicitantes de asilo.
En Leeds, en cambio, una combinación de manifestantes antirracistas y fans que asistían a un festival punk llevaron a la desaparición de las protestas. El hecho más curioso ocurrió en Liverpool. A lo largo del día hubo un largo impasse entre los simpatizantes de la ultraderecha y una contramanifestación anti-racista frente a una mezquita. A eso de las diez de la noche el iman de la mezquita, Adam Kelwick, se acercó a los más airados con una canasta de hamburguesas y se produjo un diálogo que calmó las aguas. “Cuando todo esto se tranquilice, tenemos que organizar un foro en la ciudad para hablar sobre los distintos temas que nos preocupan a todos”, dijo el iman al dominical The Observer.
Autores materiales e intelectuales
Una figura mítica de la ultraderecha británica, el neonazi Tommy Robertson, fue uno de los más señalados como instigadores de la violencia. Robertson lideró la English Defence League (EDL) que tuvo sus días de gloria entre el estallido financiero de 2008 y el Brexit de 2016. Dos días antes de los asesinatos de Southpport Robertson convocó a una manifestación en Londres que contó con la considerable presencia de 20 mil personas que, entre otras cosas, atacaron la estatua de Winston Churchill en el centro de la capital inglesa.
En 2018 la cuenta de Twitter de Robertson había sido cerrada de modo permanente por su incitación al odio y la violencia. La cosa cambió cuando Elon Musk compró la plataforma y la rebautizó X: en noviembre pasado Robertson volvió a operar en la red como si nada.
Los especialistas hablan de un movimiento “post-organización” detrás de las protestas. La EDL no existe hoy como organización, pero sus miembros siguen conectados y activos con el oxígeno esencial de las redes. “En las protestas hay algunas conocidas figuras, pero también redes ad hoc que incluyen a vigilantes, vecinos preocupados por la seguridad y hooligans. Estas redes son agitadas deliberadamente por manos oscuras, algunas desde el extranjero, que multiplican la desinformación a partir de fuentes falsas”, señala Jacob Davey, director de investigaciones del Institute for Strategic Dialogue.
En el gobierno están estudiando una implementación de un sistema de emergencia que permita a la policía efectuar arrestos preventivos y a la justicia realizar juicios sumarios en las primeras 24 horas. También se ha mencionado la necesidad de reforzar la ley para la Seguridad Online, aprobada por el gobierno conservador, pero todavía no implementada. “Facebook es una máquina de odio que, sin embargo, puede resolverse fácilmente cambiando los algoritmos de manera que priorice la calidad de la información sobre su capacidad de causar reacciones airadas”, señaló al The Observer Stephan Lewandowsky experto en desinformación de de la universidad de Bristol.
Este mecanismo se llama “deplatforming” y consiste en impedir el posteo en plataformas de cierto tipo de mensajes. “Es un mecanismo que se debe usar con cuidado para que no se convierta en censura”, subrayó Lewandowsky. Además, las zonas desindustrializadas del norte y la postergada clase trabajadora blanca que hoy navega entre el desempleo, los trabajos en supermercados con muy bajos salarios y un patriotismo futbolero, son un tema social que precede a las redes sociales: herencia del thatcherismo de los 80. “Estas problemas son capitalizados con cinismo. El desempleo, la economía, la preocupación por la próxima comida encuentran en la ultraderecha una respuesta simple: es por culpa de esta gente”, señala Jacob Davey.