Con la pistola en la sien, a punto de cometer suicidio, los conservadores bajaron el arma y le aprobaron a Rishi Sunak el miércoles por la noche su polémico proyecto de ley Ruanda. El proyecto busca que los solicitantes de asilo político de cualquier país y situación sean enviados a Ruanda a esperar que se decida su destino a cambio de un pago al gobierno africano.
El primer ministro no la tuvo fácil. En los días previos hubo renuncias, rebeliones en la votación de dos enmiendas incluidas el martes, dudosas encuestas para torcerle el brazo a los rebeldes. Sunak tuvo que soportar impasible que el primer ministro de Ruanda, de apellido impronunciable en español (Paul Kagame), se diera el lujo de exigir a los conservadores que se decidieran, el limbo no podía continuar indefinidamente.
Sumando presión internacional, el Alto Comisionado de Refugiados de las Naciones Unidas (UNHCR en las siglas en inglés) dejó en claro esta semana que el proyecto de ley y el tratado firmado con Ruanda a fines del año pasado son incompatibles con la ley internacional de refugiados. “Este proyecto no cumple con los requisitos exigidos para la legalidad y propiedad de la transferencia de solicitantes de asilo. No es compatible con la legislación internacional”, señaló la UNHCR.
El gobierno manifestó su desacuerdo con esta interpretación y dio un enorme suspiro de alivio cuando vio que no afectaba la votación en la cámara de los comunes. Una derrota hubiera dejado al primer ministro contra las cuerdas obligándolo a llamar a elecciones anticipadas. Es solo un respiro: los conservadores siguen con la soga al cuello.
Una mega-encuesta de la prestigiosa YouGov publicada el lunes por el matutino conservador Daily Telegraph predijo una abrumadora mayoría parlamentaria de 120 diputados para los laboristas y una pérdida para los tories de unos 200 escaños (casi la tercera parte de los diputados que componen la Cámara de los Comunes): 11 de los actuales ministros perderían su lugar en el parlamento, final de sus carreras políticas.
En la lona
Hace rato que los conservadores vienen galopando hacia el precipicio. En 2022 tuvieron tres primer ministros en 10 semanas y una descomunal crisis financiera y cambiaria con el programa libertario de Liz “la breve” Truss. Desde entonces los laboristas les llevan una ventaja constante de 16 puntos en las encuestas, recuperan las zonas perdidas del norte del país mientras que en el sur los liberal demócratas amenazan con arrebatarles decenas de escaños parlamentarios.
Signo de la época, siempre aparece en momentos de crisis una figura payasesca y políticamente gravitante. El alma mater del Brexit, Nigel Farrage, colocado a la derecha de la ultra derecha conservadora tiene un 9% de la intención de voto con su Reform UK. Con ese porcentaje y la posibilidad de un voto táctico anti-conservador, la derrota puede ser mucho más devastadora que la prevista por YouGov. “Me parece que en aquellas zonas electorales con diferencias marginales entre liberales y conservadores, mucha gente que se inclinaría por otro partido, como los verdes, se va a mover hacia los que puedan sacar a los tories del gobierno”, señaló al The Guardian Rob Ford, catedrático de política de la Universidad de Manchester.
El helado terror canadiense
El fantasma más oscuro que planea sobre las filas conservadoras es lo sucedido en las elecciones de Canadá de 1993. En esos comicios, los conservadores, que habían gobernado Canadá durante nueve años consecutivos de neoliberalismo, quedaron reducidos a una fuerza política de dos escaños en una cámara de 296 diputados.
El primer ministro espera que el presupuesto que presentará en marzo y el paso del tiempo le ayuden a recuperar terreno. La ley Ruanda, una variante de las cinco promesas que hizo Sunak hace un año, no le va a servir de mucho. El proyecto tiene que ser debatido en la Cámara de los lores que podrán demorar o cambiar el texto, de manera que vuelva a los comunes para una nueva votación. Pero aún si es aprobado, la declaración unilateral de que Ruanda es un país “seguro” para deportar a solicitantes de asilo será llevada nuevamente ante la corte cuando se la quiera aplicar en un caso particular.
Si bien la oposición siempre puede cometer errores y el viento puede soplar un poco más a favor con la volatilidad del humor político de esta época, la mochila que cargan los conservadores es muy pesada para inspirar esperanzas. Con 13 años de austeridad a sus espaldas, con crisis económico-social, con huelgas y graves problema de vivienda tanto en las hipotecas como en los alquileres, con todos los signos sociales en contra, parece imposible que eviten una derrota. Como están las cosas, en el mejor de los casos, dejarán el gobierno sin caer en la ignominia de sus primos conservadores canadienses.