El pasado domingo, cinco horas después del inicio del escrutinio de votos en las elecciones presidenciales de Guatemala, el candidato Bernardo Arévalo de León dio la sorpresa y se situó en el segundo lugar, abriendo la posibilidad de un cambio hacia la izquierda, en medio de la deriva autoritaria en el país centroamericano.
Arévalo, un académico con perfil internacional, es hijo de José Arévalo Bermejo, primer presidente democrático elegido tras la Revolución de 1944 y quien tuvo que exiliarse después del golpe militar de 1954. Encabeza una lista conformada por intelectuales académicos que surge de la llamada ‘primavera de 2015’, cuando se produjo una ola de protestas contra la corrupción del Gobierno de Otto Pérez y Roxana Baldetti.
El partido de centro-izquierda que floreció tras esa primavera se llamó Movimiento Semilla y, después de 2015, entró en el Parlamento guatemalteco, pero en las últimas elecciones presidenciales no pudo concurrir porque la candidatura fue descalificada por las autoridades por supuestos motivos administrativos de su cabeza de lista, la ex fiscal general Thelma Aldana.
En las elecciones del domingo, la formación política de escasa trayectoria logró canalizar el voto de descontento y romper con la correlación de fuerzas de la clase política y económica dominante. “El electorado estaba harto, cansado de un sistema político que estaba cooptado por estos grupos de siempre y lo que estaba buscando era una alternativa decente y creíble”, declaró el propio Arévalo tras conocerse el escrutinio definitivo.
Democracia débil
La cita con las urnas tuvo lugar en medio de la preocupación por el debilitamiento de la democracia, tal y como han denunciado analistas y organizaciones internacionales y, en ese contexto, el desencanto general con el sistema político se plasmó en el voto nulo, que superó el 17%, más que cualquiera de los candidatos.
Ese porcentaje se triplicó respecto a las elecciones de 2019 en Guatemala y se cree que fue una respuesta de los votantes al veto de las autoridades electorales a tres candidaturas críticas con el sistema, un veto que puso en evidencia ese debilitamiento del sistema democrático y la falta de independencia de los órganos electorales.
Los tres aspirantes a la presidencia que no pudieron presentar su candidatura han mostrado su apoyo a Movimiento Semilla y, sobre todo, a la victoria del voto nulo. Jordán Rodas, del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP), afirmó que el hecho de que“el Movimiento Semilla esté en segunda vuelta y el voto nulo sea ya del 17% representa un rechazo rotundo a la corrupción y la impunidad en Guatemala”.
Roberto Arzú García-Granados, del partido Podemos, felicitó a los guatemaltecos “por el triunfo de llevar al voto nulo al primer lugar con más de 1 millón de votos”, y Carlos Pineda, de Prosperidad Ciudadana, aseguró que ese voto nulo “fue la voz de los sin voz” en los comicios del pasado domingo.
“La única opción no contaminada por la corrupción”
El Movimiento Semilla obtuvo el 11,8% de los votos, aunque todas las encuestas lo situaban en la octava posición, dejando fuera a los que se perfilaban como favoritos: Zury Ríos, hija del general golpista sentenciado por genocidio Efraín Ríos Montt, logró el 6,6% de los sufragios; y el político y diplomático de larga trayectoria Edmond Mulet, el 6,7%. Solo fue superado por Sandra Torres, ex primera dama de Guatemala, que se hizo con más del 15% de los votos.
Para Manfredo Marroquín, analista político y fundador de la ONG anticorrupción Acción Ciudadana, el triunfo del partido de Arévalo se debe a dos factores clave. En primer lugar, “la expulsión de la contienda de tres candidatos con un discurso antisistema, que prácticamente le dejó todo el espacio de la izquierda anti statu quo al Movimiento Semilla”. En segundo lugar, el movimiento “era la única opción no contaminada por la corrupción que ha logrado captar el voto de la esperanza, el de la posibilidad de un cambio real”.
Como ha ocurrido previamente con otras listas, algunos de sus integrantes han sido perseguidos judicialmente para excluirlos de la contienda. Incluso la Fiscalía presentó una querella ante el Tribunal Superior Electoral que buscaba anular la candidatura antes de las elecciones pero, según Marroquín, “no le dio tiempo a construir un caso medio presentable ante la opinión pública. Además, la no inscripción era ya prácticamente dejar sin ninguna opción al electorado de izquierda, cosa que podría complicar mucho la situación del Gobierno a nivel nacional e internacional”.
El partido socialdemócrata arrasó sobre todo en el área metropolitana de la capital guatemalteca (donde se concentra el 30% del voto del país) y en otras grandes ciudades, por lo que aglutinó el voto urbano. Según el analista político y miembro de la asociación de Analistas Independientes de Guatemala (AIG) Luis Fernando Mack, “el perfil de votante es de clase media, urbano con cierto nivel educativo y principalmente joven”.
Al mismo tiempo, ese ha sido uno de los puntos débiles del Movimiento Semilla. En opinión de Marroquín, “es un partido muy urbano visto como una elite de académicos de izquierda que no tiene vasos comunicantes con organizaciones sociales campesinas ni con las comunidades indígenas”.
Esa falta de presencia y arraigo entre la población campesina y las comunidades indígenas, que representan el 42% de los guatemaltecos, es uno de los grandes retos y críticas al movimiento.
“Una opción real de cambio”
Sin embargo, Arévalo logró captar un buen porcentaje de votos en los diferentes territorios del país, también en las comunidades indígenas. De acuerdo con los resultados electorales, en las circunscripciones donde no ganó tuvo de promedio un 7% de apoyo.
Según Mack, “mediante el voto útil, la ciudadanía de los diferentes territorios del interior, también las comunidades indígenas, apoyaron al partido porque lo consideraban como una de las opciones reales de cambio, pero eso no significa que apoyen directamente al movimiento” encabezado por Arévalo.
Todos los analistas coinciden en afirmar que el éxito del Movimiento Semilla pone de relieve la existencia de un voto de rechazo a los candidatos tradicionales, como la ganadora, Sandra Torres, que logró un 15,8% de los sufragios. La ex primera dama de Guatemala “pertenece al conocido como pacto de corruptos y cuenta con un arraigo territorial fuerte y una importante estructura detrás, pero también es una opción que genera mucho rechazo entre la población”, según Mack.
En la segunda vuelta, prevista el próximo 20 de agosto, los guatemaltecos deberán escoger entre esa candidata continuista, que consolide definitivamente la deriva autoritaria de los últimos años, o por el contrario, un aspirante que da alas a las esperanzas de un cambio y de revertir esa deriva que preocupa dentro y fuera del país.