Desde Lima
Hace poco más de dos décadas llegó a la presidencia del país despertando una gran expectativa como un abanderado de la recuperación de la democracia y la lucha contra la corrupción, pero ahora ha sido condenado a 20 años y seis meses de prisión por corrupción. Es la decepcionante historia de Alejandro Toledo, conocido como “el cholo Toledo”, que apareció en el escenario político en el tramo final de la dictadura de Alberto Fujimori al frente de la oposición democrática, lo que le permitió ganar las elecciones luego de la caída de la dictadura y gobernar entre 2001 y 2006. La decepción que fue su gobierno se multiplicó al revelarse las graves acusaciones de corrupción en su contra.
Toledo fue condenado este lunes por recibir un soborno de 35 millones de dólares de la constructora brasileña Odebrecht para otorgarle la construcción de una carretera que une Brasil con la costa del Perú. Fue sentenciado a 9 años por colusión y a 11 años y 6 meses por lavado de activos, penas que se suman. También fueron condenados tres funcionarios de su gobierno, a penas entre 9 y 14 años, y uno fue absuelto.
El segundo presidente condenado
“No me dejen morir en la cárcel”, dijo un abatido Toledo, de 78 años, dirigiéndose a los jueces, en su alegato final días antes que se dicte la sentencia en su contra. Es el primer presidente peruano en ser condenado por el escándalo de corrupción relacionado a Odebrecht que ha remecido la política peruana -otros tres exmandatarios han sido involucrados en esta trama de corrupción: Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski están siendo procesados, y Alan García se suicidó en 2019 cuando iba a ser detenido– y el segundo jefe de Estado en la historia del país en recibir una condena judicial: el primero fue el fallecido dictador Fujimori, por crímenes de lesa humanidad y corrupción.
Toledo escuchó la larga lectura de la sentencia -más de seis horas- en un ambiente acondicionado como sala judicial en la cárcel en la que está recluido desde abril de 2023, hasta este lunes bajo prisión preventiva y desde ahora como condenado. Al escuchar la pena de cárcel en su contra, sentando junto a su abogado se tapó el rostro con ambas manos. Movía la cabeza y soltó una nerviosa sonrisa. Terminada la lectura de la sentencia, el fiscal José Domingo Pérez -el mismo del juicio a Keiko Fujimori por lavado, también vinculado a Odebrecht- denunció al tribunal que Toledo, sentado a unos metros de él, lo había insultado gesticulando con la boca: “Me dijo concha tu madre”, aseguró el fiscal.
Toledo cumplirá su sentencia en la prisión exclusiva para expresidentes en la que ya estaba detenido, ubicada en un cuartel policial en las afueras de Lima. El único otro detenido en esta cárcel es Pedro Castillo, que no tiene una condena pero está con prisión preventiva procesado por intentar cerrar el Congreso y por cargos de corrupción. Ambos expresidentes no tienen contacto entre ellos. Antes estuvo Fujimori recluido en esta prisión, desde 2007 hasta diciembre de 2023 cuando fue indultado ilegalmente por el gobierno de Dina Boluarte.
El caso Odebrecht
La investigación judicial que ha llevado a Toledo a prisión se inició en noviembre de 2016. Acorralado por las evidencias que lo señalaban como el personaje clave en el pago de sobornos en el Perú, el ejecutivo brasileño de Odebrecht, Jorge Barata, quien fue jefe de la constructora en el Perú entre 2001 y 2016, llegó a un acuerdo con la Fiscalía para no ser acusado a cambio de entregar información. Comenzó a hablar y una de las primeras cabezas en rodar fue la del hoy condenado expresidente. Poco después que la Fiscalía le abrió investigación, Toledo viajó en enero de 2017 a Estados Unidos para evadir a la justicia peruana. Comenzó un largo proceso de extradición, que culminó en abril de 2023 con su extradición.
Barata declaró a los fiscales que Odebrecht sobornó a Toledo para ganar la licitación para la construcción de la carretera Interoceánica que une Brasil con la costa sur del Perú. Primero habló de un pago de 20 millones de dólares y después elevó esa suma a más de 30 millones de dólares. Le aseguró a la Fiscalía que en noviembre de 2004, durante un viaje de Toledo a Brasil para asistir a una reunión presidencial del Grupo de Río, directivos de la empresa se reunieron con el presidente peruano en una suite del hotel Marriot de Río de Janeiro para acordar los pagos del soborno. Odebrecht obtuvo en 2005 la licitación para construir esta carretera.
De acuerdo al testimonio de Barata, la coima se pagó en varias partes y el dinero fue depositado, por indicación de Toledo, en cuentas de empresas offshore del empresario peruano-israelí Josef Maiman, íntimo amigo del expresidente. Maiman también llegó a un acuerdo de colaboración con la Fiscalía y respaldó la versión de Barata. Toledo ha dicho que Barata y Maiman mienten, que no cobró un soborno, y que los millones que su entonces íntimo amigo recibió de Odebrecht no tienen nada que ver con él. Pero sus argumentos de defensa han sido débiles, contradictorios.
La Fiscalía ha probado que más de diez millones de dólares salidos de las cuentas de Maiman terminaron, después de pasar por varios países y cuentas, en una offshore abierta en Costa Rica a nombre de la suegra de Toledo. Esta offshore, Ecoteva, compró en Lima una residencia por 3,7 millones de dólares y una oficina por cerca de 900 mil dólares, y pagó más de medio millón de dólares por las hipotecas de dos casas de Toledo. Una ruta del dinero que condena al expresidente.
Al “cholo Toledo”, que pasó de ser el rostro de la lucha anticorrupción y la defensa de la democracia a sinónimo de escándalos y corrupción, el final político ya le había llegado hace buen tiempo: en la elección presidencial de 2016 obtuvo apenas 1,3 por ciento. Ahora se sentencia su final definitivo en una prisión, por corrupto.