Patricia Bullrich busca diferenciarse de Javier Milei sin conceder ajuste y mano dura

Desde las PASO hasta aquí, Patricia Bullrich se mostró sin una orientación clara de cómo encarar su campaña. Ella se había preparado para ser la más dura de la sala, y Javier Milei con su inesperada performance electoral le quitó ese puesto. Esta semana, Bullrich intentó tildarlo a Milei de violento y buscó diferenciarse de él: su gobierno será duro, pero no tan duro. Habrá reconocimiento para las víctimas de la guerrilla, pero no para decir que Jorge Rafael Videla era inocente. Reprimirá sin que le tiemble el pulso, pero no es humanista decir que al otro hay que aplastarlo como una cucaracha. El lugar enunciativo en el que se colocó no deja de ser ambiguo. No termina de jugarse ni por una opción de centroderecha ni deja de competirle a Milei por votos que él claramente ya se llevó.

Al golpe inicial del resultado de las PASO, se le sumó que Milei la tildó de “segunda marca” (en realidad, dijo que no llegaba ni a eso). A Bullrich le costó salir de ahí, más allá de que respondió en broma que las segundas marcas son las que más se compran. Recurrió a la ayuda de Carlos Melconian como vocero económico para subsanar la evidente falta de consistencia que tenía ella cuando le tocaba hablar de economía. Rescató su relación con Mauricio Macri para cerrarle a Milei una vía por la que buscaba robarles aún más votos.

Ni con todo eso se evitó que Jaime Durán Barba pronostique que Bullrich se queda afuera del ballottage. El consultor político cuestionó que dos hombres (Macri y Melconian) sean los encargados de hablar por una candidata mujer. También dijo que nadie gana elecciones prometiendo que la gente va a vivir peor. Dijo que la campaña de Bullrich es “masoquista”, porque habla de ajuste y palos. Dicho de otra forma, a la campaña de Bullrich le faltan globitos y consignas de la alegría.

Lo que en realidad le está faltando es definir un eje claro, notan desde otros espacios de Juntos por el Cambio que quedaron relegados después de las PASO. ¿Es una candidata que le va a pelear a Milei por la falta de seriedad y va a ofrecer una opción que “no es un salto al vacío”? ¿O es la que llama a “eliminar el kirchnerismo” y sigue justificando que nunca condenó el atentado a la vicepresidenta? Dicho de otra forma: ¿va por los votos de Milei? ¿O busca una opción de centroderecha?

El juego de las diferencias

Aunque en su entorno aseguran que no hubo cambios en la campaña, en los últimos días se notó una corrección en el rumbo discursivo. Bullrich está intentando encontrar la forma de diferenciarse de Milei, marcando que representa una derecha que no se fue a la banquina, sino que ya se pasó varios pueblos.

Un ejemplo de esto fue el acto negacionista que encabezó la vice de Milei, Victoria Villarruel. Bullrich acotó: “Tiene razón Villarruel sobre las víctimas del terrorismo, pero otra cosa es hablar con Videla“, aseguró sobre las visitas que organizaba Villarruel al genocida. La estrategia parece ser un camino intermedio. Al tiempo que le hace promesas a los represores presos, cuestiona a Villarruel por no admitir que hubo delitos de lesa humanidad: “Yo estoy de acuerdo, como dice Villarruel, que hubo víctimas civiles que no fueron reconocidas. Pero de ahí a hablar con Videla hay una distancia. Pensar que Videla era un inocente, no. Videla fue un asesino”, remarcó Bullrich.

Es algo que en otro momento a Bullrich no se le hubiera ocurrido aclarar. La dirigente parece estar intentando un nuevo eje, que la presenta como una suerte de opción de derecha “racional”, pero sin terminar de abandonar la línea dura que la caracterizó. Entonces, en la presentación de su libro la semana pasada aclaró que no piensa aplastar “a nadie como una cucaracha”, en una alusión a Milei. Pero a continuación dejó en claro que reprimirá piquetes y atacará sindicatos. A su vez cita experiencias internacionales como las de Nelson Mandela o se compara con Pepe Mujica.

A su vez, la última vez que repitió su consigna de “destruir” o “eliminar” al kirchnerismo, se ocupó de aclarar que ella hablaba de las ideas y no de las personas. Y hasta justificó que nunca condenó el atentado contra CFK porque estaba por hacerlo pero la acusaron de estar detrás del atentado. Mencionó que eso fue en un discurso de Alberto Fernández que, si alguien se toma el trabajo de escucharlo de nuevo, comprobará que no la acusó de nada (salvo que se esté autoincriminando, que no parece ser el caso).

En suma, un juego muy fino caminando sobre una línea delgada entre abandonar su postura histórica o bien quedar como la copia de Milei. “Ablandarla a Pato no la ablandamos, pero tampoco vamos a dejar pasar cualquier cosa que diga Milei”, decían desde su comando de campaña. Y explicaban esas diferencias por cuestiones lógicas del discurso democrático: “Hay límites que no vamos a pasar. Una cosa es darle un rol al Ejército y otra es reivindicar a Videla. Es una locura“.

En esa línea, Bullrich parece ir a presentar una versión más contenedora y humanista de lo que está planteando Milei. La presentación del filósofo Santiago Kovadloff parece haber apostado a reforzar ese costado humanista y “holístico”: la idea de que las personas que se sienten solas, desamparadas y hay que reconstruir un proyecto de vida.

Incluso, en el último acto, Bullrich hizo algo que nunca hace: apeló a su condición de mujer y dijo que ella va a cuidar a los argentinos. Pareció una respuesta al despliegue de testosterona de Milei que hasta ironizó con que debería haber un “Ministerio de los Hombres”.

Bullrich, en aras de probar todo, hasta parece dispuesta a ver si le va bien con la estrategia del Clio de Axel Kicillof. Desde el viernes arrancó una recorrida en una casa rodante. Hay que ver si viene con un GPS.