Pasó un mes de gestión y a Nicolás Posse todavía no se le conoce la voz. El jefe de Gabinete es –después de Karina Milei—la persona más escuchada por el Presidente y el que lo persuadió de hacer propia la profunda desregulación del Estado que diseñó Federico Sturzenegger. Incluso defendió la idea de condensar todas las medidas en el megadecreto y la ley ómnibus, pasando por alto las resistencias internas y externas. No fue sencillo, pero Posse ganó esa batalla. “¿Y ahora dónde está?”, se preguntan propios y ajenos en medio del bombardeo legislativo, por el que no pasará ni cerca. Los cuestionamientos por su ausencia llegan no solo de los bloques opositores que rechazan el rumbo de las reformas sino también de oficialistas y aliados a los que les genera ruido tanto silencio.
Javier Milei ganó las elecciones con un cúmulo de promesas, pero sin un plan de gobierno. De ahí que haya importado el proyecto que Sturzeneger le había presentado a Patricia Bullrich durante la campaña electoral. Los ministros y secretarios designados asumieron sus funciones sin saber de qué se trataban las transformaciones que el expresidente del Banco Central había elaborado para sus áreas. Sobre ese escenario trabajó Posse. Primero, para diluir las resistencias que existían sobre las condiciones políticas y legales de la iniciativa; segundo, para promover su defensa en el Congreso. Sin embargo, más allá del impulso puertas adentro, el jefe de Ministros no tiene pensado exponerse a la discusión pública. Quienes lo conocen dicen que es “una persona osca”, que “mide cada palabra” y que “puede pasar reuniones sin hablar”. Bajo ese perfil, el ingeniero civil no brindó, hasta el momento, ninguna entrevista ni conferencia.
El rol público que debe asumir Posse es un tema de discusión interna que sacó a la luz el procurador del Tesoro, Rodolfo Barra. “El Jefe de Gabinete es el responsable del DNU. Lo debe presentar y defender”, planteó hace unos días y aprovechó para marcar las primeras diferencias. Según el exfuncionario menemista, la mejor estrategia legislativa era fragmentar el decreto para que su tratamiento tenga “mayor claridad”. El presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, coincide con esta postura. No obstante, ganó la premisa del “es todo o nada”. “Si el Congreso se siente ofendido por la cantidad de las leyes que se modifican puede anularlo”, advirtió Barra, que no se quedó solamente ahí y lanzó una llamativa idea: después anular el DNU, sostuvo, los legisladores pueden “darle una cachetada al Presidente, removiendo al jefe de Gabinete que es el hombre del Presidente para este tema”. La frase, obviamente, resonó fuerte y cayó mal en Casa Rosada.
Posse, por ahora, no tiene agendado pisar el Congreso. Como representante de Jefatura de Gabinete ayer estuvo su vice, José Rolandi, quien pasó en limpio la agenda de exposiciones que desfilarán esta semana por las comisiones. A la primera jornada asistieron Barra, el secretario de Energía, Javier Rodríguez Chirillo y el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona. Hoy será el turno del ministro de Interior, Guillermo Francos; y mañana de su par de Seguridad, Patricia Bullrich. Al igual que Posse, “Toto” Caputo no confirmó asistencia. Como información oficial, Rolandi solo mencionó de forma ambigua la visita del “equipo de Economía con todos sus secretarios”. De confirmarse esta ausencia, los dos pesos pesados del Gabinete evitarán poner el cuerpo para fundamentar las mil reformas que ideó el exsecretario de Política Económica de la Alianza. “Todavía no entendemos por qué (Caputo) mandó esta ley y no el presupuesto. Y por qué elige gobernar con un proyecto que en su momento dijo que era un mamarracho”, lanzó furioso el diputado de la UCR Martín Tetaz sobre el ministro de Economía.
Las críticas que circulan en el oficialismo y aliados como el PRO y la UCR también llegan desde la oposición. El presidente del bloque de Unión por la Patria, Germán Martínez, reclamó ayer que “todos los ministros y funcionarios” vayan a exponer de manera presencial a las comisiones. “Que lo hagan presencialmente, en especial Caputo, Posse y Sturzenegger, quien no es funcionario y no sabemos bien qué hace”, expresó. “No es funcionario público”, sumó la diputada del Frente de Izquierda Myriam Bregman sobre el extitular del Central, y remató con ironía: “¿Qué es, otro fantasma como Conan? Esa es una de las más graves de las facultades delegadas”.
Así, todas las miradas apuntan al tridente Posse-Caputo-Sturzenegger. Son quienes impulsan con mayor entusiasmo las reformas, pero no se exponen a los dardos del Congreso. “Sería importante que den la cara”, cuestiona un legislador aliado que acompañará en gran medida la ley ómnibus y remarca que además, al cumplirse un mes de Gobierno, Posse está obligado a realizar el informe de gestión ante diputados y senadores. El hermetismo y la falta de interlocución es un reclamo que se extiende en el oficialismo y los aliados. Los presidentes de las Cámaras baja y alta, Martín Menem y Victoria Villarruel, desconocían el alcance de las reformas hasta que fueron enviadas al palacio legislativo. Recién pudieron adentrarse en el proyecto cuando se los entregó Giullermo Francos. De igual forma, el resto de los funcionarios.
Mano a mano con “los talibanes”
El ministro del Interior es uno de los que puja por romper las posturas más intransigentes. De cara al debate legislativo, pidió ser más flexibles en la negociación de los puntos que no afecten el corazón de la desregulación económica. “Nosotros no negociamos nada, sólo aceptamos sugerencias”, respondió enfático Milei, quien aprovechó una entrevista radial para despejar los rumores de una posible renuncia de Francos. “Es un gran jugador, que tiene una misión muy difícil. Tiene que lidiar con la política, cuando hay unos cuantos que somos bastante talibanes en la otra línea”, aclaró el Presidente, quien encabeza el grupo de “talibanes” del que forman parte a Posse, Caputo y Sturzenegger. Los cuatro confían en que la luna de miel allanará el terreno para que las reformas se concreten. Además, están convencidos de que es “ahora o nunca”, porque las consecuencias del programa de ajuste harán que toda transformación resulte más complicada en los próximos meses. Bajo esta premisa, Milei ordena avanzar y Caputo, aún en silencio, manda a sus ministro a la primera línea de combate.