La plaza de Javier Milei aplaudió a la policía y al ajuste 


En la plaza que festeja la asunción de Javier Milei no hace falta preguntarle a nadie sobre el ajuste. El tema aparece solo:

-Ningún gobierno arregla esto con un ajuste de un año… y dos años, la verdad, tampoco alcanzan… pero yo tengo esperanzas, estoy con expectativas -dice por ejemplo Ana. Se acercó a las vallas sin remera libertaria ni nada que la identifique, aunque una vez junto a las vallas, mientras habla, saca de su bolso una bandera argentina. Se la acomoda en los hombros, haciendo a un costado el pelo largo y lacio, teñido de un rubio ceniza. Se presenta como “comerciante independiente”. 

-¿Y estás preparada para ajustarte?

Estoy dispuesta a hacer el sacrificio que haga falta.

-¿Pasar seis meses, ponele, comiendo arroz?

-A mí me gusta el sushi -relativiza con una carcajada.

Incluso hay quienes plantan cara y estiman el ajuste en más: “cuatro años” o “de cuatro a seis años”. Hablan con el tono de quien dice “me banco todo” o “voy a llegar hasta el final”.

Está claro que la plaza que reúne Milei frente al Congreso, para su discurso de asunción, vino dispuesta a aplaudir el anuncio del ajuste. Y de hecho, eso es lo que hace.

La gente aplaude cuando el presidente, que ha elegido dar su discurso de espaldas al Congreso, arranca planteando que “las ideas del colectivismo” generaron “pobreza, estancamiento y miseria” . Aplaude cuando dice que “no existe otra solución viable que atacar el déficit fiscal”, por lo que su gestión hará “un ajuste en el sector público nacional de 5 puntos del Producto Bruto Interno”. Y festeja, más previsiblemente, el cierre de esa idea: la promesa de que “a diferencia del pasado, el ajuste caerá casi totalmente sobre el Estado y no sobre el sector privado”.

“Tiene miedo, la casta tiene miedo”, canta la plaza. Son muchos los dispuestos a replicar que no será para tanto y que les encanta el sushi.   

Trompetistas

¿Quiénes fueron al Congreso a escuchar el discurso de asunción? Aunque había un poco de todo, claramente no estaban los últimos de la fila; la mayoría de los que entrevistó este diario contaron que tenían trabajo -en relación de dependencia o de manera “independiente”- y si bien se definieron como apretados o muy apretados en lo económico, sus respuestas sonaron a clase media, real o con esa aspiración.  Comentarios que remarcaban “hay gente con más necesidades que yo”, o “yo toda mi vida trabajé” en las personas de más edad. Menciones a que “vamos a tener que competir más” en los jóvenes.

La antipolítica fue el sello del día. Si bien se vieron banderines libertarios -los amarillos con una serpiente y la advertencia “No me pises”- y remeras con el dibujo de un león y el slogan Milei 2023, predominaron las banderas y remeras argentinas. En lugar de batucadas, el sonido que se escuchó en la plaza fue el de las trompetitas de plástico del merchandising del mundial de fútbol.

-Esto parece un recital – le comentó un treinteañero a su mujer.

-Pero estamos acá por la nación, no por un recital -contestó ella.

La mujer contó Página/12 que tienen tres hijos y que vino decidida a festejar “porque por fin no me va a gobernar alguien que se llene los bolsillos con mi plata”.

No estaba preocupada por la anunciada caída de la actividad, del empleo y del salario (“lo gratis se paga”, apuntó), ni porque el ajuste va a implicar despidos. “No sé si va a haber despidos; va a haber gente que tendrá que buscarse un trabajito independiente, de ventas, de hacer pastelitos como ya hacen tantos otros”. Lo dijo amablemente, sin que el odio se le notara en la voz.

Muchos de los que fueron al Congreso para escuchar el discurso de asunción eran sueltos, no pertenecían a organizaciones. Los organizados eran grupos chicos, como por ejemplo los que viajaron desde el interior en colectivos, o desde el gran Buenos Aires, en transportes escolares, que los hubo como en cualquier otra movilización. La transmisión televisiva evitó los planos abiertos, que hubieran mostrado los huecos en la plaza del Congreso, detrás del monumento a La República y la fuente de agua. Sería necio decir que hubo poca gente, pero lo real es que tampoco hubo tanta como la que esperaban los mileístas. El operativo de seguridad valló la avenida de Mayo hasta la Casa Rosada y las peronas esperaron para ver pasar al presidente en el descapotable. Milei,  camino a la Casa Rosada se bajó del vehículo para saludar; su custodia lo rodeó, él tocó algunas manos extendidas. Más adelante se volvió a bajar para saludar a un perro escapado de su dueña.

“No tiene que saberlo todo”

-Me conquistó porque ama a los animales -, dijo Alejandra entre el público. Usaba una remera con la cara de un gato con cabellera de león. Un  gran recorte de felpa hacía de melena, que había sido agregada a la prenda por ella misma. La entrevistada aclaró que hay cosas que no le gustan del presidente: “no estoy de acuerdo en la negación del cambio climático, él ahí se equivoca. Pero como dice un amigo: Milei mete la pata pero la saca rápido”. En su caso, lo perdona: “no tiene la obligación de saberlo todo”.

La transmisión oficial de las palabras de asunción, como es lógico, no llegaban a captar todo lo que decía o coreaba la plaza. Para escuchar los comentarios, las consignas y los cantitos había que estar ahí. 

Milei dijo: -El kichnerismo hoy nos deja déficits gemelos del 17 por ciento del PBI

Los cantitos respondieron:- Hi-josdeputa, hi-josdeputa

Milei: – …la solución implica un ajuste en el sector público nacional del 5 por ciento del PBI…

Cantitos: -Uuuuhhhhh!!! (aplausos) Viva la libertad, carajo!

Milei: -…aún cuando hoy dejemos de emitir dinero seguiremos pagando los costos del desmadre monetario del gobierno saliente

Cantitos: -Hi-jos de puta, hi-jos de puta.

Milei: -…lamentablemente, tengo que decirselos de nuevo: no hay plata

Cantitos: – No-hay-plata, No-hay plata!

Milei: -…por ende, la consecuencia es que no hay alternativa al ajuste y no hay alternativa al shock, y naturalmente eso impactará de modo negativo en el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales y la cantidad de pobres e indigentes.

Un pibe se agarra la cabeza y se ríe, como quien dice por no llorar. Está junto a una amiga, también de 20 años, que menea la cabeza y comenta: “Si no hay, no hay..”. Desde atrás se contagia un cantito: “todos presos, que vayan todos presos”.  

Mano dura

Otro tema a preguntar es la represión de las protestas. Milei habló sobre eso en su discurso. 

-Llegado el punto, si se reprime lo que está fuera de la ley, estoy de acuerdo- opinó en la plaza Guillermo, autopercibido ajustado pero no tan mal como están otros. 

-¿Por qué estaría de acuerdo?

-Porque estoy cansado de vivir como viví, esclavo de los que no trabajan.    

Milei anunció que gobernará para construir “un país en el que el que las hace las paga”. Y citó también a Julio Argentino Roca, el presidente de la campaña del desierto. Una parte del público, en la plaza, coreó: “ma-no dura, ma-no dura en esos pasajes. Vale apuntar que la consigna no llegó a prender del todo, que se apagó en el intento, desvaída de apoyos. Pero algo permea. Lo que sí se escuchó, cuando habló de la inseguridad fue una sola palabra entonada al unísono: “po-li-cía/po-li-cía”.

La expectativa puesta en el gobierno de Milei fue explicada de maneras muy diversas y, en general, sin argumentos políticos. Para Micaela, de 20 años, estudiante de bioquímica, de la nueva era anunciada por MIlei espera “poder decir lo que pienso y que me respeten”. Para Cristian, de 31, programador, es la oportunidad de volver a comprar dólares, porque el sistema no se lo permite desde que en la pandemia cobró parte del  sueldo con ATP. Para Demián, de 30, la esperanza es que Milei pueda “hachar el gasto público”, que asocia con una maldición histórica y con “la clase política”. Para Andrea es “el camino para que no vuelva el kirchnerismo”. Que la situación económica y social se agrave, como el presidente anticipó en la plaza, no los preocupa. La respuesta se repite: se van a bancar, dicen, lo que haya que bancarse.