Fue un final inesperado para una crónica que se especulaba anunciada. En un contexto turbulento, marcado por la expectativa de cómo se resolvería institucionalmente la visita de los seis diputados libertarios a genocidas condenados y, además, el terremoto político que había significado la denuncia de Fabiola Yáñez contra Alberto Fernández, la sesión convocada para el miércoles en la Cámara de Diputados se cayó por falta de quórum. Sin previo aviso, el bloque que comanda Miguel Ángel Pichetto decidió hacerle pagar a Martín Menem las últimas semanas de destratos y se rehusó a bajar al recinto, dejándolo sin el número para dar inicio a la sesión. Con esta maniobra, Hacemos Coalición Federal decidió trazar un nuevo rumbo en su relación con el gobierno nacional. “Piensan que somos un bloque insignificante, bueno, ahora van a tener que sentarse a discutir”, murmuraban, satisfechos, en HCF. Había comenzado una nueva etapa.
Martín Menem había arrancado la mañana del miércoles con confianza. La noche anterior, tras una larga reunión con los aliados, arribó a un principio de acuerdo para emitir un comunicado de repudio conjunto que hundiera las posibilidades de que UxP impulse la conformación de una comisión que investigue la excursión al penal de Ezeiza. Hace días que Gabriel Bornoroni (LLA) venía intercambiando borradores con la línea más mileísta del radicalismo: las primeras versiones ni siquiera mencionaban la visita, solo hablaban generalidades sobre una defensa a la democracia y al proceso de Memoria, Verdad y Justicia. En la UCR prometían que todo su bloque acompañaría la declaración, aunque no se mostraban muy seguros de poder evitar que algunos votasen la comisión de UxP.
El peronismo, mientras tanto, había terminado de unificar postura frente a la denuncia por violencia de género contra Alberto Fernández la noche anterior. “Una bendición de las fuerzas del cielo”, ironizaban en la cúpula libertaria, en donde la noticia de que Fabiola Yáñez había denunciado al expresidente había sido recibido con éxtasis. UxP sabía que los libertarios aprovecharían el tema y, pese al shock y estupor que predominaba en el bloque, terminó definiendo ordenarse detrás de un proyecto de resolución que expresaba su “profunda preocupación por el caso”. “Reafirmamos nuestra convicción política respecto a que en estos casos siempre le creemos a la víctima”, sostenía el proyecto firmado por una veintena de diputados, como Mónica Macha, Paula Penacca, Cecilia Moreau, Germán Martínez, Leandro Santoro y Eduardo Valdés.
UxP y Menem estaban preparados para una sesión que, sabían, giraría más en torno a las cuestiones de privilegio que a los proyectos. Al mediodía, sin embargo, empezaron a bajar los diputados y el oficialismo comenzó a notar que había demasiados espacios vacíos. Había, incluso, algunas ausencias de la propia LLA: Rocío Bonacci, una de las “arrepentidas” de la visita a Ezeiza, por ejemplo, no estaba. El resto de los que habían salido en la foto junto a los represores, en cambio, sí se habían presentado. Lourdes Arrieta -la diputada del patito que sostuvo que no sabía quién era Astiz porque había nacido en el 93′- cayó con una copia del “Nunca Más”.
El PRO y la UCR estaban presentes casi en su totalidad. Lo mismo los diputados que responden a los gobernadores de Salta, Misiones y Río Negro de Innovación Federal. Pero no se veía por ningún lado a los diputados de Hacemos Coalición Federal. Menem llamaba desesperado a Miguel Ángel Pichetto y Oscar Agost Carreño, pero los diputados no atendían el teléfono. Nadie entendía qué estaba pasando. “Están andando muy mal los ascensores, le pido extensión horaria”, deslizó en un momento Cristian Ritondo (PRO), generando risas en el recinto. Menem empezó a pedirle a Germán Martínez que hiciera bajar a los diputados de UxP, pero no había manera: el oficialismo no lograba sumar más de 110 para el quórum y, tras casi una hora de espera, Menem tuvo que reconocer la derrota.
El cambio de postura
Miguel Ángel Pichetto había llegado ya enojado a la reunión de labor parlamentaria de la mañana. La ira, al principio, parecía dirigida a la desorganización de la sesión que se especulaba que duraría unas 24 horas. Menem todavía estaba terminando de cerrar el proyecto de repudio cuando Martínez (UxP) deslizó la posibilidad de incluir la comisión investigadora en la misma iniciativa. López (CC) y la salteña Pamela Caletti se pusieron en contra y la discusión continuó hasta que, en un momento, Silvana Giudici (PRO) deslizó la posibilidad de resolver el tema en la comisión de Peticiones, Poderes y Reglamentos, que preside Silvia Lospennato. El principio de acuerdo quedó en el aire y los dirigentes se fueron para trasmitir las novedades a sus respectivos bloques.
El panorama en HCF era hostil. En la bancada pichettista se venía acumulando la bronca contra Menem hace semanas. Nicolás Massot y Emilio Monzó estaban furiosos con el presidente de la Cámara, a quien lo acusaban de haberle robado un lugar en la Bicameral de Inteligencia, además de haber violado varios acuerdos políticos. La noche anterior, para colmo, Menem había terminado de confirmar que hacía borrón y cuenta nueva con el acuerdo para la conformación de la Auditoría General de la Nación: el pacto original había sido designar a Mario Negri (UCR), Jorge Triaca (PRO) y uno de UxP, pero el oficialismo ahora estaba presionando para poner a uno propio (Santiago Viola).
Hasta entonces, Pichetto había defendido al oficialismo, pero la presión interna era intensa. “Y lo bueno es que las reuniones de labor son a la mañana”, ironizó un dirigente, aludiendo al famoso mal humor matutino de Pichetto. En HCF venían pidiendo venganza por la actitud de Menem hace tiempo y habían encontrado la excusa perfecta. Era tal el enojo que ni le avisaron al oficialismo que no se presentarían. Solo sacaron un comunicado en el que exhortaban a Menem a recuperar “el normal funcionamiento de esta casa”.
Con esta maniobra, Pichetto había inaugurado una nueva etapa en la relación con el gobierno nacional. “Ahora van a tener que sentarse a discutir”, sacaban pecho en las filas de HCF. La marcada de cancha había sido recibida con atención, además, entre otros sectores de la oposición. “Esto es un antes y después. Esta gente quiere que le demos la bala con la que van a cargar el arma con la que después nos disparan, y no es así. Que aprendan”, ratificaba, con media sonrisa, un peso pesado del PRO. No era el único de buen humor: muchos aliados heridos celebraban, al finalizar la jornada, el tortazo que HCF le había propinado, finalmente, a Martín Menem.