Estaba trabajando en la Redacción este sábado. Llegó un mensaje a mi WhatsApp. Era Pedro, el jefe de Espectáculos, me dice que necesitaba un favor, que estaba en la calle. Pensé que me dirá algo relacionado con su sección sobre la edición del domingo, a él no le toca trabajar ayer. Pero lo que me soltó no se relacionaba en lo más mínimo con trabajo.
—¿Podés realizar una transferencia por mi, llegando a casa te los envío de vuelta?—
¿Era realmente Pedro quien me estaba hablando? Nos conocemos hace treinta años. No me parece raro que me pida plata, aunque nunca lo hizo, un apuro tiene cualquiera. Lo que me extraña es que hubiera empleado el verbo “realizar” para hablar de transferir dinero y que dijera “envío de vuelta”. Tenía muy poco que ver con el estilo del tipo con el que converso todos los días. Lo mismo pasaba con la cantidad que me pedía aunque, más que nada, con el modo de pedirla. “El monto es 40 mil pesos”, me escribió.
Ya está. Aún con unos cuantos tragos al mediodía o un alucinógeno encima las personas siguen siendo identificables por sus modos. No cabía la posibilidad de que Pedro hubiera consumido algo. Alguien le estaba usando la línea. Le seguí la corriente al que fuera. Le pregunté a dónde se los transfería.
Me pasa los 23 números del CBU. “453…”. “Matías L… es el titular”, me agrega.
Sigo conversando un rato más hasta que le formulo una propuesta a mi interlocutor y éste tras leerla (se notan los dos tildes azules) resuelve abandonar el diálogo. Les advierto en el chat grupal a mis compañeros del diario lo que me acaba de pasar. Todos están entre los contactos de Pedro lo que los coloca en la improbable, aunque posible, chance de “realizar una transferencia” al colega. Ni bien lo hago por lo menos tres dicen que acababan de recibir pedidos idénticos. También cuentan que de entrada les pareció rara la manera.
Los fraudes a través de una línea telefónica o de sus redes asociadas se acumulan en catarata en la Unidad Fiscal de Cibercrimen en Rosario. Según una nota de La Capital de este año, en esa dependencia reciben entre 10 y 12 denuncias diarias por este tema, que llegan a 25 diarias, si se suma el resto de las unidades en Rosario, entre ellas la Oficina del Consumidor. “Lo que no es tan usual es que los pedidos de dinero lleguen del mismo usuario de WhatsApp que el destinatario tiene ya en su agenda de contactos. En general a partir de teléfonos robados lleguen mensajes de personas que son conocidas del destinatario pero dicen haber cambiado la línea”, comenta Matías Ocariz, fiscal a cargo de Cibercrimen.
Pero sí está ocurriendo, a raudales, que las estafas se generan mediante la misma línea telefónica, pero clonada. Es lo que pasó en este caso. Me comuniqué con Pedro a la hora de ese incidente. Me contó que a mediodía lo llamaron de un teléfono desconocido. Le avisaron que necesitaban algunos datos para convocarlo a la aplicación de la cuarta dosis de la vacuna anti Covid. Pedro replicó que no entendía para qué lo llamaban si los avisos de vacunación llegaban a la cuenta de e-mail. Pero de una manera correcta y convincente le explican que había cambiado el protocolo y le pedían su cuenta de Google. Pedro respondió que no le iba a dar nada. Pero desplegando un conocimiento detallado del sistema de vacunación de la provincia terminaron por persuadirlo y brindó un solo dato de la configuración del teléfono que le pedían.
La consecuencia inmediata fue que Pedro se quedó sin red abierta de WhatsApp en su celular ni en la web. En la hora siguiente al menos diez de sus contactos recibieron pedidos de transferencia. A todos les pareció extraña la situación. Algunos ya estaban advertidos de esta modalidad de fraude en alza.
Se suele pensar que solo incautos caen en estas trampas. Es un error. Personas con destrezas intelectuales y al tanto de que hay fraudes suelen colaborar involuntariamente con los estafadores. Se denomina “smishing” al uso de métodos de engaño a través de mensajes de texto que llegan al celular para conseguir información personal y hacer un uso fraudulento.
“Parece mentira, yo mismo me preguntaba cómo la gente podía caer, y ahora me ocurrió esto. Ya cambié la configuración de todas mis cuentas, correos y redes. No tuve ningún perjuicio salvo la molestia que se generó en mi nombre para mis contactos”, cuenta mi colega. “Quien llamó era un hombre que hablaba español con acento de un país latinoamericano que no puedo precisar. Era paciente, simpático, informado y muy convincente”.
¿Cómo se clona WhatsApp? Una de las variantes detectadas es que si un usuario quiere instalar WhatsApp con el número de línea de un tercero (el blanco del fraude) a ese tercero le va a llegar un código. Lo que hace el timador es llamar a la línea de ese tercero y pedirle ese código mediante alguna artimaña.
“La posibilidad de clonación existe sin duda y ocurre. Pero la más usual que nos llega a la fiscalía no es esa sino una alternativa en la que se suprime la identidad de una persona, a través de otra línea telefónica”, dice Ocariz. “Y con alguna ingeniería social para ingresar a las cuentas de Google donde la mayoría tenemos nuestros contactos”.
Los ardides más comunes, que se repiten en las denuncias, pasar por el pedido de una respuesta rápida. “El que habla lo hace desde la urgencia y puede arrancar una respuesta emocional. Lo más común es pedir una transferencia que rápidamente devolverán. O bien hablar de una necesidad económica repentina, de un problema de salud inesperado de un familiar, y pedir dinero en pesos a cambio de dólares más baratos que lo que se consigue en el mercado”, sostiene el funcionario.
En cuanto a las medidas preventivas desde la Fiscalía se ubica una primera: siempre desconfiar cuando hay un pedido de dinero por más cercano que sea el vínculo con el que lo está solicitando. Sin perder tiempo alertar a todo el circuito de contactos en común con el usuario en cuyo nombre se intenta la estafa y a la empresa telefónica que administra la línea. “Es importante para el que recibe el ardid estar atento a si el que pide la plata se expresa con los modismos de esa persona que conocemos. Porque en general saltan rápidamente diferencias que hacen sospechar. Pero cuando el pedido es rápido, con pocas palabras y el receptor quiere sacar al amigo o familiar del apuro, ahí aparecen los problemas”.
El caso ya está denunciado. La llamada no se generó desde Rosario sino de una localidad cercana. A través de la asignación de un número de CBU también está su usuario identificado. Lo importante frente a un caso que quedó en intento es que funcionen las alertas. Porque a veces, para quien pueda creer estar ayudando a un conocido, los resultados son ruinosos.