Los siete votos que Pedro Sánchez necesita para completar la mayoría parlamentaria están a punto de caer de su lado. En el filo de la medianoche del miércoles y tras interminables jornadas de negociación, empezaron a llegar desde Bruselas señales de que el Partido Socialista y Junts per Catalunya, la formación conservadora catalana, estaban a punto de llegar a un acuerdo que garantizaría la investudura del secretario general socialista para un nuevo mandato. Si no hay una novedad de última hora, ambas fuerzas anunciarán su acuerdo este jueves, con lo que la investidura se podría producir la semana próxima.
El acuerdo de Bruselas
Las negociaciones se celebran en la capital belga, sede de las principales instituciones de la Unión Europa, porque es ahí donde reside Carles Puigdemont, ex presidente del gobierno autonómico catalán y principal líder de Junts, desde que en 2017 huyó de la justicia española tras encabezar una intentona independentista que incluyó la celebración de un referéndum ilegal y una declaración unilateral de independencia que no tuvo efectos prácticos.
Puigdemont huyó en la misma noche de la declaración -cruzó la frontera en el baúl de un coche-, a diferencia de otros líderes independentistas, que afrontaron un juicio y más de cuatro años de cárcel hasta que fueron indultados por el Gobierno de Pedro Sánchez. Ahora, la negociación para la nueva investidura del secretario general socialista tiene como punto central, además de concesiones económicas y competenciales al gobierno catalán que han levantado la indignación en otras comunidades autónomas, la amnistía para los cerca de 600 dirigentes y activistas procesados por aquellos acontecimientos, incluido al propio Puigdemont.
Ola de indignación
Ese posible perdón, que Sánchez descartó hasta que necesitó los votos de los independentistas, ha despertado una ola de indignación en todo el espectro de la derecha no solamente política. El pasado lunes, en medio de este debate político, un juez de la Audiencia Nacional irrumpió en las negociaciones e imputó por terrorismo a Puigdemont y a la dirigente de Esquerra Republicana de Catalunya (izquierda independentista), a quienes hizo responsables de los actos de protesta violenta protagonizados por la plataforma Tsunami Democratic durante los días más álgidos del proceso independentista.
Mientras tanto, y después de que el expresidente José María Aznar llamara la semana pasada a oponerse por todos los medios posibles a las concesiones de Sánchez a los secesionistas, la derecha española comenzó a mostrar su indignación en las calles en unas manifestaciones que este miércoles cumplieron su sexto día consecutivo y que han ido subiendo de temperatura hasta alcanzar unos grados de violencia inéditos.
Convocatoria de Vox
El lunes, la agitación dio un salto cualitativo cuando el líder de Vox, Santiago Abascal, llamó a través de la red social X (antes Twitter) a manifestarse ante la sede central del PSOE, en la madrilena calle Ferraz. Esa concentración acabó con disturbios cuando los activistas que se encontraban al frente de la manifestación intentaron saltar las vallas y atravesar el cordón policial que los separaba del edificio.
Al día siguiente, los manifestantes se volvieron a convocar en el mismo emplazamiento y esta vez acudieron varios grupúsculos neonazis y de extrema derecha que acabaron sobrepasando a la organización convocante, denominada Revuelta y que aglutina a jóvenes cercanos a Vox.
Insultan al rey
Además de insultos a Pedro Sánchez y al rey Felipe VI, a quien acusan de no defender la unidad de España por cumplir los preceptos constitucionales y haber encargado al líder socialista que intente conseguir su investidura, se vieron banderas españolas preconstitucionales utilizadas durante la dictadura de Francisco Franco y con la cruz de Borgoña, con la que se identifican los nostálgicos del imperio español. Muchos de los asistentes hicieron el saludo fascista con el brazo derecho en alto mientras entonaban el himno falangista “Cara al sol”.
La violencia no tardó en desatarse. Unos 400 sujetos pertenecientes a organizaciones de extrema derecha y neonazis se enfrentaron a los policías en una batalla campal que arrojó unos 40 heridos, la mayor parte policías, y siete detenidos.
El PP se desmarca
Estos hechos han obligado a los dirigentes del Partido Popular, que convocaron para este sábado 52 concentraciones -una en cada capital de provincia,- a desmarcarse de las manifestaciones alentadas por la rama juvenil de Vox y a hacer llamamientos contra la violencia, de la que de todas formas responsabilizan a Sánchez por tensar a la sociedad con sus pactos.
Sin embargo, las protestas contra la amnistía volvieron este miércoles a la sede nacional del PSOE. Fueron menos masivas, unas 1.500 personas frente a los 7.000 del día anterior, y con menos actos de violencia, aunque se registró una agresión contra una periodista de un canal de televisión a la que unos ultras golpearon en la cabeza. Por contra, el despliegue policial fue mayor que en los días anteriores y los propios asistentes se encargaron de echar a quienes portaban distintivos de la extrema derecha.
La decisión del Partido Popular de desmarcarse de estas concentraciones que escapan a su control le ha valido el reproche de Vox. Las últimas encuestas revelan un corrimiento del voto más conservador hacia el Partido Popular y un descenso en el respaldo a la extrema derecha. Los dirigentes de Vox ven en la crispación que despierta el acuerdo de Sánchez con los independentistas catalanes una oportunidad para revertir esta tendencia. De hecho, fue el proceso de independencia catalán el que catapultó en su momento a la extrema derecha hasta convertirse en la tercera fuerza parlamentaria española.
Mientras tanto, desde las filas de la izquierda se responsabiliza a todo el espectro de la derecha, incluido el PP, de alimentar la crispación con un discurso de odio y de deslegitimación del gobierno.
Los socialistas, por su parte, consideran que esta ola de violencia ultra otorga más motivos para seguir en el gobierno. Así lo afirmó Sánchez en una visita a los trabajadores de la sede socialista asediada. “Si algo demuestran estos días que estamos pasando, tan aciagos, tan frustrantes y tan indignantes, evidentemente es la necesidad de que salga adelante, de que este país sea gobernado por el PSOE desde la razón y principios que siempre hemos defendido: la libertad, la democracia, los derechos y la convivencia”, afirmó.