Ahora fuera de la prisión por un indulto impugnado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), Alberto Fujimori ha resucitado del supuesto grave estado de salud con el que se justificó ese cuestionado perdón. Saludable y activo, sale a pasear y se fotografía con simpatizantes, se promociona en redes sociales y da declaraciones políticas. Para indultar al exdictador condenado a 25 años por crímenes de lesa humanidad y corrupción, se aseguró que estaba muy enfermo, que dependía de un tubo de oxígeno para respirar, que podía morir en cualquier momento. Con sus apariciones públicas mostrando buena salud luego de ser liberado, el propio Fujimori ha puesto en evidencia que eso fue una farsa.
Una vez en libertad, el Fujimori de rostro abatido y de gesto agónico ha sido sustituido por uno de aspecto vital, que exhibe una salud bastante buena para sus 85 años. Apareció en un centro comercial en una zona exclusiva de la capital peruana caminando sonriente, saludando a simpatizantes que se le acercaban y tomándose fotos con ellos. En ese desfile de admiradores todo parecía muy armado. Para completar el armado apareció en escena un canal de televisión vocero de la ultraderecha al que Fujimori le declaró su apoyo a la presidenta Dina Boluarte, que le dio el indulto desacatando resoluciones de la Corte IDH en contra de ese perdón. Aseguró que el fujimorismo tenía un pacto para apoyar y sostener al gobierno.
Días después del paseo por el centro comercial, Fujimori apareció en un video para anunciar que activaba sus redes sociales. Una foto lo ha mostrado en un almuerzo con amigos, en la que se le ve muy relajado, sin la sonda en la nariz para respirar de la que supuestamente no se puede separar. En la imagen no hay rastro del tubo de oxígeno del cual se ha dicho depende su vida.
El personaje de rostro cansado, aspecto débil, que respira con un tubo de oxígeno, vuelve a escena cuando comparece ante el tribunal que lo juzga, en audiencias virtuales, por el asesinato de seis campesinos. Condenado por los asesinatos de 25 personas -en las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta- cometidos por el escuadrón de la muerte Colina creado por su gobierno y que operaba bajo sus órdenes y su protección, Fujimori enfrenta un nuevo juicio, que lo puede llevar de regreso a prisión, por el secuestro y ejecución por el grupo Colina de seis campesinos en la localidad de Pativilca en enero de 1992. El indulto no lo libera de este juicio, pero en el Congreso el fujimorismo ha presentado un proyecto de ley para eliminar el delito de lesa humanidad, que no prescribe, para los crímenes cometidos antes del año 2002, que pretenden aprobar para que se declare la prescripción de los asesinatos de Pativilca y así frustrar este juicio. Otros represores también serían beneficiados.
“Una farsa”
“Es una burla, al final resulta ser un actor”, le declaró a PáginaI12 Gisela Ortiz, hermana de uno de los estudiantes de La Cantuta asesinados por el régimen fujimorista, al referirse al cambio de un Fujimori muy enfermo cuando se trata de pedir el indulto o enfrentar a los jueces, a uno saludable para disfrutar su libertad y hacer política. “Me siento burlada -dice una indignada Ortiz- luego de una lucha tan larga que hemos hecho los familiares para que se pueda alcanzar justicia, para que los responsables vayan a prisión. Fujimori ha sido siempre un farsante. Estas apariciones públicas en tan buen estado de salud confirman la farsa que se montó en torno a una enfermedad grave que nunca tuvo para justificar el indulto. Es ofensivo ver a Fujimori sonriente, haciendo política, como si nada hubiera ocurrido, como si no hubiera sido condenado por delitos tan graves de violaciones a los derechos humanos y corrupción”.
En opinión de Ortiz, la vanidad tiene que ver con esta reaparición de Fujimori que evidencia la farsa de su cuestionado indulto por razones de salud. “No hay que olvidar que Fujimori ha sido siempre soberbio, muy vanidoso. Estas apariciones públicas, querer mostrarse como líder activo del fujimorismo, le juegan en contra porque dejan sin piso los argumentos para justificar un indulto humanitario por razones de salud, pero para él son una necesidad. Hemos presentado estas evidencias de su buena salud ante la Corte IDH, que ya se pronunció contra este indulto cuando se otorgó. Hemos pedido que la Corte pase este caso a la Asamblea de la OEA que será en junio y haya una sanción al Estado peruano. Si tenemos en el Perú un Estado que no garantiza derechos a las víctimas y a sus familiares, esperamos que el sistema interamericano no nos defraude”.
En declaraciones a este diario, el historiador, antropólogo y analista político Carlos Monge opina sobre el impacto de esta reaparición política de Alberto Fujimori en las aspiraciones electorales de su hija Keiko. “Esta reaparición de Fujimori disfrutando de buena salud y haciendo declaraciones políticas confirman que su indulto fue un arreglo político, una farsa. Fujimori sabe que su indulto depende de una decisión política de la presidenta Dina Boluarte y puede ser revertido. Frente a esa situación, sale a decirle en público a su hija Keiko y al fujimorismo ‘con Dina hasta el final’ al declarar que el fujimorismo tiene un pacto con Boluarte para sostenerla en el gobierno, evidenciando así ese pacto que el fujimorismo tiene por lo bajo con Boluarte pero niega en público. La presidencia de Boluarte le conviene al fujimorismo, pero hay voces que consideran que estar pegados a una figura política que tiene menos de diez por ciento de apoyo no les conviene en relación a su proyecto electoral. Pero el razonamiento de Alberto Fujimori ya no es pensar si Keiko puede ganar o no las elecciones, es que no quiere volver a la cárcel. Sabe que para eso apoyar a Boluarte es su mejor carta”.
Monge señala que esta reaparición política de Fujimori “perjudica las aspiraciones de Keiko de ganar las elecciones porque crea la imagen de un partido con dos voces de mando, cada una en función de sus propios cálculos”. Indica que a medida que se acerquen las elecciones, que deben ser en abril de 2026, puede crecer la tensión entre Keiko y su padre porque el interés electoral de la hija la llevará a desmarcarse de Boluarte. “La historia -precisa Monge- ha demostrado que Keiko siempre ha puesto por delante sus aspiraciones políticas y que frente a eso la salud y la vida de su padre le importa nada. Priorizará sus intereses aun cuando eso signifique una disputa abierta y un alejamiento con Boluarte y la posibilidad que su padre regrese a la cárcel”. Estima poco probable que esta disputa de intereses distintos lleve a una división en el fujimorismo entre padre e hija. “No creo que se dé una división porque no creo que Alberto Fujimori esté en condiciones de liderar un proyecto siquiera de corto y mediano plazo, su interés ahora está reducido a no volver a prisión. Pero si hubiese una disputa que llegue a la magnitud de una división, Keiko tiene las de ganar en la pelea por el control del fujimorismo, pero las de perder en el sentido de su candidatura porque una bronca pública con su padre la perjudicaría electoralmente, le haría perder votos fujimoristas”.
El dictador que decía estar al borde de la muerte cuando estaba en prisión por sus crímenes, ahora se pasea impune, exhibiendo con una sonrisa burlona su buena salud y sus movidas políticas para mantener su ilegal indulto. Gisela Ortiz advierte que esto es un riesgo no solo para el Perú. “Que un violador de derechos humanos como Fujimori se pretenda beneficiar con tanta desvergüenza de un indulto ilegal pone en riesgo a toda Latinoamérica y a la jurisprudencia que se quiere sentar en el sentido que los violadores de derechos humanos tienen que ser castigados de acuerdo a la ley”.