Y Boca va, nomás. Boca, este Boca que hasta hace un ratito dudaba de todo y de todos, de propios y hasta de extraños, ahora es otro equipo, más sólido, más protagonista, más confiable, más ganador. Y Boca va, sí. Con este 2 a 0 inobjetable no sólo se sacó de encima a Defensa, no sólo lo superó de principio a fin, no sólo lo ató de pies y manos, sino que se metió en la semifinal casi sin sobresaltos. Y Boca va, por supuesto. Va con otros argumentos, con niveles altos, con la cuarta victoria al hilo, con otra ilusión. Y va, ahora contra Racing, contra el equipo sensación de Avellaneda, contra Gago y Cardona, los ex.
Boca jugó un partido redondo ante el Halcón. Primero, porque asumió su condición de favorito desde el comienzo. Y puso a Defensa en una situación de incomodidad permanente. No sólo tomó el protagonismo del partido, sino que nunca dejó que su rival se soltara. Ya de arranque, con un remate de Salvio y un cabezazo al palo de Zambrano, lo prepoteó. Y después, lo fue acorralando, sobre todo por la izquierda.
Al menos en el primer tiempo, ahí estuvo la fórmula del éxito del equipo de Battaglia. En esa sociedad con aroma a café que, aun con el paso del tiempo, le sigue rindiendo: Fabra y Villa abrieron la defensa de Defensa. O por lo menos, le hicieron un túnel por el que Boca pasó y pasó. De hecho, por ahí también llegó el gol de Pol Fernández, luego anulado bien por el VAR (hay falta previa del delantero colombiano sobre Tripicchio).
Sin embargo, a los cinco minutos, Boca terminó de confirmar que era por ahí. Primero fue Fabra el que entró al área, pasó y definió al primer palo: la tapó Unsain. Y tres minutos después, el lateral asistió desde 30 metros a su socio y esta vez sí, Villa no falló: la bajó con un control de crack, la acomodó para la derecha y también definió al primer palo, para vencer la resistencia del arquero de Defensa.
Boca mereció largamente esa ventaja. Porque fue más que un Defensa que fue menos. Sí, menos también de lo esperado. Al equipo de Beccacece se lo vio replegado, poco ambicioso, demasiado respetuoso de su rival, visiblemente al límite en lo físico. Y lo pagó.
El local, es cierto, aprovechó esa postura para imponer autoridad. Al equipo del Battaglia se le podrá pedir algo más fútbol con relación a todo lo que tiene, pero si algo no le faltó en este tiempo fue personalidad. Aun en situaciones comprometidas, se hizo cargo. Y luego, con la jerarquía de sus individualidades (sobre todo Villa), logró quebrar en algún momento a sus rivales. Esta vez no fue la excepción.
En el segundo, Boca pudo definirlo antes. Debió definirlo antes. Lo tuvo solo Pol Fernández, en posición de nueve. Lo tuvo también Zambrano, con un cabezazo. Y esa indefinición hizo que Defensa se animara un poco, pero no lo suficiente para cambiar el desarrollo del juego. De hecho, su primer remate al arco fue recién a los 22 de esa etapa: un tirito de Merentiel.
Hasta que llegó una jugada con 21 toques y un pase al vacío de Romero para Ramírez, quien definió bárbaro, puso el 2-0 y quebró la racha de los volantes sin gol. Y ahí, la gente se soltó. Y el equipo, se consolidó. Boca, que viene en levantada anímica y futbolística, terminó redondeando una de sus actuaciones más convincentes, por la instancia decisiva, por el rival y por la forma en la que ganó: sin sobresaltos, sin objeciones. Un triunfo con presencia, que invita a soñar…