En las entrañas de la Asociación Argentina de Tenis (AAT) aguardaban con cierta inquietud -y algunos nervios- el resultado de un sorteo crucial. El rival del equipo argentino de Copa Davis para la próxima serie de septiembre, correspondiente al Grupo Mundial I, será Lituania en condición de local, una jugada del azar que, al cabo, arrojó cierto alivio en medio de un clima signado por el descontento.
El contrincante se avizora accesible: la mejor carta que tiene Lituania es Ricardas Berankis, de 32 años y actual 193° del mundo, aunque llegó a ser el 50° en mayo de 2016. Dueño de un extenso recorrido copero –jugó 27 series en 17 años, con 43 victorias y 16 derrotas-, en el reciente triunfo 4-0 ante Pakistán estuvo acompañado por Vilius Gaubas (760°) y Edas Butvilas (786°), ambos de 18 años, y por dos jugadores sin ranking: Tomas Vaise y Tadas Babelis.
El principal inconveniente, sobre todo por tratarse de una serie de local -sede a confirmar-, no será deportivo. El duelo con Lituania representará, en definitiva, un flanco menos que cubrir, con grandes posibilidades de lograr un nuevo pase a los Qualifiers y evitar el descenso al Grupo Mundial II. La atmósfera entre los actores del equipo argentino, sin embargo, dista de ser la ideal.
La capitanía de Guillermo Coria permanece, desde hace algunos meses, bajo la lupa. Prevalecen varios objetivos sin cumplir, incluso algunos que exceden lo sucedido en la cancha, más allá de que su ciclo no tiene demasiado sustento en el plano deportivo. La etapa del Mago en la silla, cuyo origen fue en marzo de 2022 con una cómoda victoria de local ante República Checa, ya suma más grises que luces, sobre todo luego de iniciar una búsqueda que parece haber quedado trunca.
El ex número tres del mundo, también vocal en la comisión directiva de la AAT, se puso como premisa primordial recuperar el diálogo con los jugadores. El equipo venía de atravesar la capitanía de Gastón Gaudio, una figura que moría por sentarse en la silla pero que, cuando tuvo la oportunidad, menospreció el cargo: antes de su última serie no mantuvo contacto con los protagonistas -mucho menos con la prensa- y ni siquiera se dedicó a armar el equipo.
Coria llegó con una idea que se posicionaba en las antípodas: habló con todos los periodistas y buscó la armonía desde el inicio. Hasta intentó emular ciertos aspectos de la conducción de Daniel Orsanic, el capitán que ganara la Copa Davis en 2016. Organizó un multitudinario asado para todas las piezas del engranaje del tenis argentino, en el que estuvo hasta el propio Juan Martín Del Potro. Eligió a dos asistentes en lugar de uno: Martín García y Leonardo Mayer, bien al estilo Orsanic -tenía a Mariano Hood y a Sebastián Gutiérrez-.
Pero la gestión se quedó a medio camino. La bomba detonó durante la fase de grupos de las Finales en Bologna, en septiembre pasado, en la que Argentina siquiera pudo ganar un partido de singles: perdió las tres series contra Suecia, Italia y Croacia. Allí salieron a la luz ciertas carencias del capitán en la destreza para conducir: hubo roces en el vestuario, reproches por el armado de los equipos, la insoslayable baja del número uno Diego Schwartzman para la segunda serie y hasta la negativa de un doblista a jugar con la eliminación consumada. El desmanejo fue tal que hasta debió intervenir Agustín Calleri, el presidente de la AAT, cuando los dirigentes no suelen involucrarse en situaciones entre cuerpo técnico y jugadores.
El diálogo no tuvo efecto positivo en Bologna y tampoco le resultó funcional en la última serie ante Finlandia, una dura parada de visitante en condiciones desfavorables, en la que no logró persuadir a los jugadores más representativos para que viajaran a formar el equipo. La derrota hizo que Coria igualara la peor racha de Argentina luego de más de 50 años, con cuatro caídas en cadena -entre 1967 y 1970 perdió contra Ecuador, ante Venezuela y dos veces frente a Chile-.
Hay descontento con Coria. El déficit, relacionado con las expectativas que surgieron al inicio del ciclo, es muy grande. El balance deportivo no acompaña. La comunicación tampoco es un activo. Argentina tiene por delante un duelo accesible que, tras el sorteo, representa un inconveniente menos en un mar de interrogantes por resolver.
La serie tendrá lugar la semana del 11 de septiembre, luego del US Open, por lo que se espera una formación más completa. Pero falta medio año, una eternidad para la vorágine y los tiempos el tenis. Siempre hay espacio para imponderables. El choque contra los lituanos podría marcar la despedida del Mago como capitán, aunque habrá que ver si la etapa sobrevive hasta septiembre. El panorama es incierto y en la cúpula de la AAT ya tienen decidido un rotundo cambio de rumbo.
Las cabezas dirigenciales ya no quieren un capitán surgido de La Legión, la mejor camada de tenistas argentinos de la historia. Fallaron con Gaudio. También entienden que hubo cierta falencia con Coria. Por eso pretenden un capitán de menor perfil con vistas a 2024. La pregunta, en este panorama, aparece por sí sola: ¿cuándo será ese cambio?