Javier Milei y Victoria Villarruel sellaron la paz a bordo de un tanque de guerra. La vicepresidenta –que había pegado el faltazo a la firma del tan aclamado “Pacto de Mayo” en Tucumán– no quiso perderse la reivindicación de la familia militar, que ella misma integra. Junto a Milei desfilaron unos metros por Avenida del Libertador arriba de un Tanque Argentino Mediano (TAM), un modelo de blindados que el Ejército empezó a incorporar en plena dictadura. Con un desfile militar a todo trapo –pese a la máxima libertaria de “no hay plata”–, el gobierno nacional decidió conmemorar el Día de la Independencia y, de esa forma, hacer un relanzamiento de la gestión. La reivindicación castrense impulsada por las máximas autoridades dio vía libre para que los lobos nostálgicos del pasado salieran a aullar: en el acto aparecieron carteles reivindicando a los carapintadas y hasta hubo una procesión de Ford Falcon por Avenida Cabildo. Desde los organismos de derechos humanos calificaron de “repudiable” la movida de la administración de La Libertad Avanza (LLA).
El frío de la mañana lo golpeó con fiereza a Milei en la Catedral porteña, cuando el arzobispo Jorge García Cuerva dijo que “a muchos les falta el termómetro social de saber lo que viven los argentinos de a pie”. Sin mayores remordimientos, el Presidente se encaminó hacia el palco que habían montado en Avenida del Libertador y Austria –a metros de la Biblioteca Nacional– para ver pasar a los más de 7000 integrantes de las fuerzas que desfilaron por los 208 años de la declaración de la Independencia.
Milei estuvo acompañado por Villarruel –con un tapado rojo que destacaba dentro de la comitiva oficial–. A su derecha, estaba el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Jorge Macri. Al costado de Villarruel –y con cierta distancia entre ambas– se encontraba la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei. En una segunda fila se hallaban los padres del Presidente. El ministro de Defensa, Luis Petri, se regodeó de la demostración de poderío militar. Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad, estuvo en un segundo plano pese a que eligió una vestimenta propia de un cuartel para participar del desfile.
La Fuerza Aérea rompió el hielo con una exhibición de helicópteros y aviones. Desde el palco, miraba embelesado Xavier Julián Isaac, el jefe del Estado Mayor Conjunto (EMC) y artífice del despliegue militar. Después de los vuelos, llegó el turno del desfile de quienes combatieron en la Guerra de Malvinas. “Los protagonistas de esta historia”, los anunció la locutora mientras intentaba animar el día gélido.
A Villarruel se la vio llorando mientras pasaban quienes se definen como veteranos. Después, escribió en su cuenta de X que cada uno de ellos le recordaban a su padre, el teniente coronel Eduardo Marcelo Villarruel, que fue el número dos de Aldo Rico en el Comando 602 en el conflicto del Atlántico Sur. Milei, a diferencia de su vice que se define como “malvinera”, no esconde su admiración por la expremier británica Margaret Thatcher.
A Rico –a diferencia del desfile que organizó el gobierno de Mauricio Macri por el Bicentenario de la Independencia y al que el entonces Presidente acudió un rato y a regañadientes– no lo captaron las cámaras. Lo que sí se vio fue una reivindicación de las intentonas que él mismo encabezó en la posdictadura contra el gobierno de Raúl Alfonsín. “Los carapintadas tienen razón”, rezaba una pancarta.
No fueron los únicos nostálgicos de cuando los militares salían fácilmente de sus cuarteles: en redes sociales se viralizaron videos que mostraban coches Ford Falcon –como los que usaban los grupos de tareas de la dictadura– desfilando por Avenida Cabildo.
Por Avenida del Libertador marcharon retirados que estuvieron imputados o procesados por torturar a su propia tropa durante la guerra de Malvinas. Entre otros se vio a Emilio Samyn Duco, Eduardo Gassino y Jorge Taranto, acusados de hambrear a los soldados a su cargo o de estaquearlos si, por ejemplo, carneaban una oveja. El nombre de Taranto es emblemático en la denuncia por violaciones a los derechos humanos en Malvinas. El Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (CECIM) de La Plata llevó su caso –ante la imposibilidad de juzgarlo en los tribunales argentinos– ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
“Fue el desfile del terror. La inmensa mayoría de los soldados conscriptos combatientes en Malvinas les dijeron no a Milei y a Victoria Villarruel. Participaron quienes nos torturaron en Malvinas y otros tantos de dudosa actuación en el conflicto bélico”, dice Ernesto Alonso, del CECIM. “Nos ofende un presidente que se referencia en Thatcher, responsable del hundimiento del Crucero General Belgrano, y nos ofende una vicepresidenta que representa al Partido Militar de la dictadura, que se rodea de negacionistas y represores. El 9 de Julio se conmemora la Independencia no el coloniaje y la entrega de este gobierno”.
En clave de provocación
Muchos de los asistentes celebraban un “cambio de época” a tono con el gobierno que declara que los crímenes de la dictadura fueron “excesos” en una “guerra” y que usa la causa Malvinas para reivindicar a represores –como se vio con el homenaje que en febrero le rindieron en el Regimiento de Apóstoles a Horacio Losito, quien purga tres condenas por crímenes contra la humanidad.
“Es aberrante, totalmente deplorable, esa fantochada de movilizar militares y de gastar millones”, afirma Taty Almeida, referente de Madres de Plaza de Mayo –Línea Fundadora. “Todo ese dinero Milei debería invertirlo en darle de comer al pueblo que está hambriento, no sediento de ver bandas militares. Es repudiable, como todo lo que viene haciendo el gobierno de Milei”.
Los organismos de derechos humanos vieron en la exhibición de las Fuerzas Armadas la prueba del doble discurso de la administración Milei. “Estos desfiles son un gasto, que, en este momento, representa una afrenta para aquellos que están sin trabajo o para los jubilados. Se dice que no hay plata, pero ya sabemos que la hay para gastos inútiles y giras presidenciales sin ningún resultado para el país”, se queja Graciela Lois, de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas.
“Entre el ‘dolor país’ y la indignación, así estoy en este momento –cuenta Adriana Taboada, de la Comisión Zona Norte. Niños y familias con hambre, desocupación en crecimiento, gente en situación de calle muriendo por el frío y la respuesta de ‘no hay plata’. Lo que sí hay es falta de sensibilidad –o lisa y llanamente crueldad–, y sí hay plata para movilizar vehículos y aviones de guerra. Somos millones los que queremos la paz y un Estado fuerte que pueda cuidar de sus ciudadanos. No es con tanques; es con paz, pan, trabajo y soberanía como sostendremos nuestra independencia”.
Para Guadalupe Godoy, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos (LADH), el problema no es el desfile. “Los hubo siempre. El problema es cuando son una excusa para que la derecha militar salga a la calle a reivindicar el genocidio y la impunidad. Lo vimos en el macrismo, con el carapintada Aldo Rico en el desfile; lo vimos este 9 de julio con la bandera que reivindica los alzamientos militares y con los militares torturadores de los soldados de Malvinas”.
La legisladora porteña Victoria Montenegro (UxP) coincide. “Lo que no se puede entender es que se inviertan millones cuando el gobierno dice que no hay recursos para los medicamentos oncológicos o para los comedores. Hay un gasto millonario cuando la gente muere de frío en la calle. Es preocupante que se use un desfile como vehículo para impugnar las políticas de derechos humanos. Lo que vimos pareció un juego de niños revanchistas que quieren involucrar a las nuevas generaciones de militares en la reivindicación de la dictadura y en crímenes que no cometieron”, aporta la presidenta de la comisión de Derechos Humanos de la Legislatura de la Ciudad.
En clave política
Hay quienes vieron el desfile como una estrategia de la administración de LLA para imponer una agenda en la que se siente cómodo. “Me pareció un despliegue caro y ridículo de un gobierno inmerso en un desastre económico y que busca distraer a cualquier costo”, opina Myriam Bregman, presidenta del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh).
El paseo de Milei y Villarruel en tanque despertó críticas en todo sentido. “Los tanques que exhibieron en el desfile fueron la culminación de lo que nuestra gestión empezó. El proceso de modernización se demoró porque en los cuatro años de Mauricio Macri no se hizo nada. El ministro de Defensa debería saberlo porque fue parte de ese gobierno, pero lo esconde”, contesta Agustín Rossi, extitular de esa cartera durante los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández.
“Cómo en otras áreas de su gestión, el gobierno exhibe en este caso una burda doble moral”, aporta el diputado nacional Eduardo Toniolli (UxP). “Aprovecha el 9 de julio para impostar patriotismo, mientras paralelamente, y en consonancia con su solicitud de convertir a la Argentina en socio global de la OTAN, va desterrando de su política exterior el reclamo por Malvinas. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. A las pruebas me remito: por primera vez en 28 años, la declaración de los presidentes del Mercosur no incluyó el respaldo al reclamo argentino de soberanía sobre las Islas Malvinas”.
La exministra de Seguridad Sabina Frederic percibe en el desfile una comunión entre Milei y Villarruel a pesar de todo lo que los separa. “Creo que entre ellos dos hay una contradicción. Villarruel tiene una relación con lo militar –familiar y de reivindicación de causas asociadas a la lucha de las Fuerzas Armadas contra la subversión, dicho en sus propios términos– y tiene un sentido de soberanía donde los militares tienen un lugar en ese ejercicio de la defensa nacional. Milei no comulga con esas ideas: no es nacionalista, rechaza la idea del ejercicio de la soberanía por parte del Estado porque cree en la abolición del Estado. Él cede a la idea de que hay alguna burocracia estatal que es necesaria –solo sería necesaria aquella burocracia militar y policial, la que ejerce el control de la ciudadanía y, en el caso de la seguridad, la punición. Me parece que este desfile, como ritual, disuelve las tensiones que hay entre ellos dos – que representan las dos alas de la derecha argentina, la libertaria y la nacional-conservadora”.