Desde Brasilia
“Son unos malandros”. De ese modo se refirió Lula da Silva a los conjurados que intentaron dar un golpe planeado por Jair Bolsonaro con el apoyo de altos mandos militares. El viernes pasado mientras celebraba el Dia Internacional de la Mujer en un restaurante popular – donde sirven una de las mejores feijoadas de Brasilia, y a precio módico- repasó el alzamiento que el 8 de enero de 2023 que intentó voltearlo cuando llevaba apenas siete días en el Palacio del Planalto.
Rebelión extremista
Una rebelión extremista, a imagen del asalto al Capitolio estadounidense de 2021, contaminada por la vocación golpista de las Fuerzas Armadas, responsables de varios movimientos sediciosos, el primero de los cuales data de fines del siglo XIX.
Esa tentación “injerencista” ha sido una constante en la historia de la corporación, lamentó el mandatario que sigue trabajando para consolidar una democracia averiada. Mientras en las escuelas militares continúan en vigor programas de estudio reivindicatorios de la doctrina golpista que en 1964 acabó con el gobierno de Joao Goulart. Y en 2016 las FF.AA. alentaron disimuladamente el desalojo de Dilma Rousseff mediante un golpe parlamentario.
Sin el traje solemne usado en la recepción dada al presidente español, el “compañero” Pedro Sánchez , a quien propuso una alianza para combatir el fascismo global, Lula habló informalmente durante el encuentro por el Día de la Mujer donde estuvo rodeado de ministras y actrices.
Allí estableció un paralelo entre las luchas por la igualdad de género y las libradas para garantizar o restablecer la democracia. “En Brasil todo demora más, nuestra independencia demoró más en acontecer, nuestra democracia demoró más, nuestras conquistas democráticas son recientes y las conquistas de las mujeres son aún más recientes” dijo en tono realista.
Feminismo o Bolsonarismo
En las palabras del presidente tanto como en los pronunciamientos hechos a lo largo de la semana pasada por la ministra de las Mujeres, Cida Gonçalves, subyace la defensa del feminismo, y los valores que éste entraña, en contraposición con el nuevo orden pregonado por el bolsonarismo. Un movimiento de masas vigoroso a pesar de la derrota sufrida por su líder en los comicios de 2022.
Lo que el gobierno demandó en este 8 de marzo fue “respeto, no flores” para las mujeres dijo la ministra Gonçalves. Disparando un dardo retórico contra la propuesta de los seguidores del expresidente que dicen homenajear a las mujeres en su condición de “madres y esposas” obsequiándoles un ramo de rosas por su día. Misoginia envuelta en papel crepe.
Ese es el discurso de la ex primera dama, y estrella en alza de la ultraderecha vernácula, Michelle Bolsonaro, jefa de la rama femenina del Partido Liberal (enlodado con el golpe fallido de 2023). Ella suele presentarse en los templos evangélicos como una “obediente” sierva de “mi señor, mi maridazo Jair”, a quien elevó a la categoría, casi celestial, de alguien “ungido por Cristo” para guiar su rebaño (los brasileños) durante el discurso pronunciado durante una masiva concentración golpista realizada a fines de febrero en San Pablo.
Aborto y educación sexual constan entre las mayores perversiones con las que “el maligno (léase Lúcifer) y la izquierda” quieren adoctrinar a la sociedad, denuncia la joven y muy bien coacheada Michelle.
Aborto
Uno de los temas omitidos por Lula en el almuerzo del viernes fue la despenalización del aborto, a pesar de ser una bandera históricamente defendida por el Partido de los Trabajadores (PT). En el gobierno petista evitan un asunto que desagrada a los electores evangélicos faltando menos de siete meses para las elecciones de intendente en 5,6 mil ciudades.
El derecho a que las mujeres decidan sobre su propio cuerpo ha sido reivindicado por la actual primera dama , Rosángela Janja da Silva, una socióloga con décadas de militancia petista, así como por el candidato lulista la alcaldía de San Pablo, la más importante del país, Gulherme Boulos.
A pesar del bajo perfil puesto de manifiesto hasta el momento por el Poder Ejecutivo es posible que el PT acabe por confrontar con la derecha tanto sobre aborto como sobre la despenalización de las drogas, la reducción de la minoría de la edad de imputabilidad penal y la violencia policial contra la población humilde. Se trata de temas indirectamente vinculados a la realidad de los municipios, pero que tienden a ganar centralidad en una campaña muy disputada.
Desmovilizados, por ahora
El gobierno de izquierda electo gracias al voto de la mayoría de las mujeres y el respaldo del movimiento feminista, no convocó a una movilización para conmemorar el 8 de marzo. Brasilia no tuvo grandes concentraciones , al contrario de lo ocurrido en otras capitales latinoamericanas , como el Distrito Federal de México o Buenos Aires. O la propia París, donde la celebración por el Día de la Mujer ocurrió a la par de los festejos por la constitucionlización del derecho a la interrupción del embarazo.
Desde la capital francesa, la ex presidenta Rousseff, una de las personalidades convidadas a los actos por el derecho al aborto, hizo un revisión de su paso por el gobierno (2011-2016) durante el cual fue atacada sin misericordia por el lobby envangélico y la extrema derecha donde comenzaba a descollar un personaje hasta entonces poco conocido: Jair Bolsonaro. El entonces capitán-diputado conmemoró el impeachment contra la primera mujer presidenta de la historia haciendo loas al militar que la torturó durante la dictadura.
Desde el inicio del fin de la gestión Rousseff, signado por masivas protestas conservadoras, la derecha ha demostrado tener la iniciativa en varios asuntos de la agenda nacional y el control de las calles. La camisetas amarillas de la selección combinadas con demandas neocons se han adueñado de las avenidas revirtiendo la hegemonía que allí había ejercido la izquierda de fines de los ãnos 1970.
Madrid y Washington
Con el mismo realismo que revisó la historia de la lucha por la democracia y los derechos de la mujer, Lula hizo una evaluación del acto convocado por el capitán Bolsonaro, su esposa Michelle y el pastor Silas Malafaia, un evangelista sionista sintonizado con Washington. “La protesta golpista fue grande” y pone negro sobre blanco el poder de los enemigos de la democracia, ponderó.
En el Planalto estudian la posibilidad de responder a esa muestra de fuerza conservadora con otro acto, que necesariamente debería ser tanto o más populoso. Una fecha posible sería el 1 de mayo. Antes de esa movilización debe ocurrir otra, ésta organizada por los movimientos sociales, el 31 de marzo en repudio a los 60 años del golpe contra Goulart.
Para Lula ese combate debe ser complementado con otro que plante bandera a una suerte de internacional extremista cuyos referentes son Donald Trump, Jair Bolsonaro y Javier Milei, entre otros.
El miércoles pasado, en el Planalto, le dijo al premier español que “ya es hora de enfrentar a una extrema derecha que actúa coordinadamente. No podemos transigir ante el totalitarismo ni paralizarnos por la perplejidad”. En ese mismo encuentro citó las coincidencias entre el gobierno petista y la administración del demócrata Joe Biden, en favor de un plan global contra el trabajo uberizado.
La idea del petista es avanzar con esa propuesta en favor del “trabajo digno” codo a codo con Sánchez y Biden. Y hacer que esa propuesta se amplifique en el ámbito del G20, actualmente comandado por Brasil. Lula quiere motorizar esta “internacional” antifascista lo antes posible. Tiene dos urgencias, las elecciones brasileñas de octubre, donde medirá su popularidad, y las estadounindenses de noviembre, donde una victoria de Trump favorecería claramente al bolsonarismo.