El amor después del amor
Tal vez se parezca a este rayo de sol.
Y ahora que busqué, y ahora que encontré
el perfume que lleva el dolor.
Cuarenta y dos segundos de baterías en loop y un piano que sube y baja de agudos a graves dan la bienvenida. La voz que irrumpe la suave melodía es la de un hombre flaco con pelo largo que tiene apenas 29 años y que no podría siquiera imaginar que una vez que esas catorce canciones lleguen a las disquerías el primero de junio de 1992 su vida cambiará por completo, una vez más, para quedar finalmente inmortalizado en la historia como una de las grandes figuras del rock nacional y volverse parte de la cultura popular masiva. Mucho menos podría pensar que ese álbum sería el más vendido de la historia argentina, con más de 300 mil copias agotadas en pocos días y un millón cien mil hasta 2012, trepando al número uno de los rankings, rodando a toda hora en las radios e impregnándose para siempre en el corazón de toda una generación.
El 1º de junio de 1992 salió a la luz El amor después del amor, el séptimo disco de estudio de Fito Páez, el joven músico que años antes había cautivado a la trova rosarina, que escribió Del 63 con 21 años, que al poco tiempo se desgarró en canciones con Ciudad de pobres corazones tras el femicidio de sus tías y que de pibe ya se rodeaba de algunos de sus ídolos como Charly García y Luis Alberto Spinetta.
A 30 años del estreno, músicos y amigos de Páez que formaron parte de las grabaciones recuerdan anécdotas y revelan detalles de cómo fue el proceso creativo del álbum que invadió todos los hogares, cargó millones walkmans y colmó estadios en una década signada por la crisis económica, el deme dos y los excesos.
El perfume que lleva el dolor
-¿Me servís vino, nena? – le pidió Fito Páez a Cecilia Roth en una fiesta de disfraces en José Ignacio, Uruguay. Era 1991 y la actriz ya había deslumbrado al músico una década antes con su papel en Laberinto de pasiones, la película de Pedro Almodóvar. Roth estaba casada, pero supo que se había enamorado de aquel hombre que llegó a la casa disfrazado de si mismo. “Me gustó, pero era un quilombo”, contó hace unos meses en el programa de Jey Mammón. Al día siguiente Fito la llamó por teléfono y le cantó Algo contigo, el bolero de Chico Novarro. La invitó al cine y al regresar le dejó un walkman con un cassette que tenía una primera maqueta de Tumbas de la gloria, aquella que tiene un inicio inconfundible, rápido: “Tu amor abrió una herida porque todo lo que te hace bien siempre te hace mal. Tu amor cambió mi vida para siempre como un rayo, para lo que fue y será”.
La historia de amor duró más de una década.
Roth tuvo un rol protagónico en la creación de El amor después del amor, un disco del que participaron músicos como Charly García, Andrés Calamaro, Fabiana Cantilo, Ulises Butrón, Celeste Carballo, Mercedes Sosa – incluso en 1995 tocó en vivo la canción que le da nombre al álbum en el teatro Ópera – y Gustavo Cerati, entre muchos otros.
“Esta canción – contó Páez en 2012 durante un concierto por los 20 años del álbum – surgió una noche, cuando yo no tenía ni 30 años. Estaba en la casa de una mujer que nunca pensé que me fuera a dar bola. Ella quería que me fuera”. Esa noche, en 1991, Fito se sentó en el piano de Ariel Rot y compuso Un vestido y un amor.
“Yo recuerdo cómo fue grabado, cómo fue ensayado. Yo juntaba margaritas del mantel”, contó entre risas la propia Roth un año atrás en diálogo con AM750. “Grabó los demos en José Ignacio, me acuerdo de todo. Es más, tengo algunas primeras letras, manuscritos, de varios temas, sin corregir, con la letra de araña que tiene Fito. Tengo Tumbas de la gloria y Creo, las escribía en mis agendas”, rememoró la exitosa actriz en aquel entonces.
Después vinieron días de misterio y frío
Tweety González fue programador y tecladista del disco. Treinta años después y a pocos meses de lanzar su sencillo Una pregunta más, define a El amor después del amor con ocho palabras: “Días largos de trabajar hasta caer de sueño”. La preproducción fue la parte más dura, fueron once días con sus noches en Punta del Este donde le dieron forma a las canciones antes de encerrarse en el estudio ION de Buenos Aires. “La grabación fue rápida. Teníamos todo muy claro gracias a esos días en Uruguay”.
– ¿Por qué creés que El amor después del amor generó lo que generó?
Por las canciones inspiradísimas, porque salió en un momento en el que nadie sacó nada de ese nivel, y porque en vivo sonaba como el disco, cosa de la cual me encargué yo, aunque después no iba a ir de gira porque estaba en Soda Stereo. Y porque Warner le puso todo su aparato de prioridad regional.
Guillermo Vadalá había grabado el bajo para el disco, pero al igual que Tweety tampoco saldría de gira tras el estreno del álbum. Paul Dourge había trabajado con Páez en Giros (1985) e incluso había vivido junto al rosarino y Fabiana Cantilo en una casa que alquilaron los tres en La Pampa y Estomba. Siete años más tarde, con 31 años, vivía en Zurich, Suiza, donde trabajaba como profesor de música e ingeniería de sonido, cuando le sonó el teléfono y el mánager de Páez le proponía salir de gira con El amor después del amor, que recién pudo escuchar unas semanas más tarde en Estados Unidos. “Me decía que acababan de grabar un disco que estaba pegando muy bien”, recuerda, treinta años más tarde.
Dourge no lo dudó y se trepó a la gira que lo llevaría a recorrer el mundo de la mano de Páez. “Empezó con mucho ensayo, la estrategia era tocar en cines-teatros del Conurbano, no en estadios. Pero todo creció, de pronto Fito no podía salir a caminar por la calle, no podía salir de su casa, era una especie de Elvis”, cuenta Dourge. La gira de El amor después del amor se extendió dos años, e incluyó cuatro Vélez, viajes por todo el país en micro, visitas a Chile, Brasil y España, entre otros destinos.
– Los conciertos eran muy consistentes. Ensayamos un montón, cuando llegó el momento de pisar el escenario estábamos en piloto automático, no había tanta adrenalina. Las canciones sonaban como en el disco porque así lo quería Fito, que pedía que respetáramos las partes lo más posible, yo seguía las líneas de Vadalá, pero pude meter bocadillos, me dejaba hacer algún solo.
“Fito fue muy profesional, nunca tuvo excesos, Cecilia sin lugar a dudas tuvo un rol determinante en su éxito, no porque le haya enseñado a componer o escribir, pero sí en cuanto al cuidado de su imagen”, suma Dourge. “Para Fito fue un momento de transición, se convirtió en una mega estrella, se internacionalizó”, agrega.
En micro, las giras eran de noches enteras sin dormir en la ruta. “El viaje a Ushuaia – relata el bajista – fue una tortura, parecía que yo era el que se ponía la gorra”, se ríe. “Paramos en la ruta, en medio de la nieve, y Fito se patinó y casi se cae a un precipicio, alguien lo agarró”, recuerda, mientras mira fotos de aquella época que atesora digitalizadas en su casa de Recoleta.
“En los shows, Daniel Colombres, el baterista, tenía auriculares y un click y sincronizaba cintas grabadas con los caños y las cuerdas con los arreglos. Más que un concierto era un verdadero show, había cosas pre-grabadas”, describe el músico.
Daniel Colombres tenía 32 años y también había trabajado con Fito, en Ey!, editado en 1988, el último material que EMI le produjo a Páez: luego consideró que sus temas no eran comerciales. Hasta 2012, El amor después del amor vendió 1.100.000 copias. Sólo en Spotify, la canción homónima acumula 62.961.056 reproducciones. “Habrán sido diez días laburando, viendo qué cosa iba a tocar cada uno, Fito ya había hecho las maquetas en Punta del Este, y después nos internamos en ION y grabamos”, reconstruye el baterista.
El ingeniero de sonido fue el británico Nigel Walker, mano derecha de George Martin, el productor de Los Beatles, que había trabajado además con Paul McCartney, Mick Jagger, Elton John y Bob Dylan, entre otros.
“El tema El amor después del amor – dice el baterista – tiene una introducción de las estrofas que es con una máquina, pero se pautó que en un momento yo me suba tocando mi batería analógica. Yo tenía la batería digital en el auricular y cuando llegaba mi parte entraba sobre la batería digital y había que tocar muy ajustado, no podía quedar corrida o pisada. Eso fue una estrategia de producción. La canción empieza potente, pero cuando entro yo se duplica el volumen. Y en vivo fue una explosión, era tremendo, y después venía la voz de Claudia Puyó. En Tráfico por Katmandú fue lo mismo”.
– Fue un disco bien producido, con muy buenas canciones, fue una vanguardia para la época, sin que yo lo sintiera así, yo me exprimía el bocho para hacer lo mejor, estar a la altura, y así quedó demostrado en el tiempo – se enorgullece Colombres.
Me fui de casa a tocar rock and roll
“El amor después del amor fue una grabación universal entre distintos países, fue un ‘segundo advenimiento’ de Fito, que ya estaba consagrado como figura y heredero de una cierta estipe”, analiza Andrés Calamaro. Tenía treinta años cuando grabó La rueda mágica, junto a Páez y Charly García – es la única canción del disco con dos autores, la dupla Páez/García – y los coros de Brillante sobre el mic.
“Mi relación con Fito era muy buena, de amistad personal y cómplice, como ahora. Con Fito y Gustavo (Cerati) éramos como primos, lo somos. Páez ya había hecho cumbre en los ‘ochomiles argentinos’, todos los discos habían gustado mucho, tenía el respeto de variopintos sectores”, suma Calamaro. Las voces de La rueda mágica las grabó en un estudio de Madrid, junto a Carlos Narea, el productor chileno que trabajó en El amor después del amor.
“De aquella época recuerdo todo. En septiembre de 1990 llegué a Madrid con 900 dólares y un teclado, para empezar de cero o bajo cero. Pasamos un par de años de humildad bastante extrema – rememora Calamaro – pero contentos. Fue una época inspirada y aventurara, nos pusimos serios con el repertorio y el concepto musical; estábamos aprendiendo bastante y la vida nos sonreía como La Mona Lisa.
– El rock como “episodio cultural” es la banda sonora de Vietnam, de la libertad insumisa, trinchera del sentido del humor y primer género musical amplificado. Luis Alberto es especial para esta generación -de músicos y público- que creció escuchando Invisible y estudiando Almendra y Pescado Rabioso. Un tesoro de persona y de artista – suma El Salmón.
“Marcó un antes y después en la vida de Fito”
Paul Dourge recuerda que en las giras, el músico Fena Della Magiora – que no tocaba en la banda – andaba siempre con una cámara registrando videos. Era amigo íntimo de Páez, quien se alojaba en un departamento que la madre de Fena tenía en Punta del Este cuando fueron invitados a la fiesta organizada por Cecilia Roth. También estuvo el día que se vieron por primera vez con Cecilia, en el cumpleaños del fotógrafo Alejandro Kuropatwa. “Empezaba a gestarse una cosa extraña, todavía Fito no era tan masivo, pero ya era conocido”, reconstruye Fena.
– Me acuerdo de cómo cambió la vida de Fito en todo sentido. Se pudo comprar el estudio. Creo haber ido a una gira, yo no tocaba, iba como amigo, de onda. Fui a una gira por España porque me dijo ‘venite conmigo’, me llevaba para cagarnos de risa. Recuerdo el proceso de sorpresa que ocurrió con el disco. No es un disco sencillo, que tenga ni letra ni armonía fácil. Son canciones complejas, que uno pensaría que es muy difícil que tengan semejante nivel de popularidad – analiza Della Magiora.
Para Fena, “se alinearon muchos planetas”: “Fito renació después de mucho dolor, de épocas muy duras, con la muerte de sus tías, de su padre. Conocer a Cecilia fue un flash, es uno de los planetas importantes que se alinearon”.
Fito Páez y los 30 años de El amor después del amor
A treinta años del disco, Fito anunció días atrás que volverá a grabar El amor después del amor, aunque con nuevos invitados, como Caetano Veloso – que más de una vez deleitó con una bella versión de Un vestido y un amor; Rubén Rada y Elvis Costello, pero también músicos de la nueva generación, como Bizarrap y Nathy Peluso.
Nicolás Wodner, fanático de la obra del rosarino y creador de la cuenta de Instagram Mundo Páez, donde publica material de archivo histórico de Fito, define a El amor después del amor como el disco de su vida. “Marcó mi infancia, es un disco muy completo, casi perfecto”, lo describe. Este mes, buceará en la historia de Páez, con quien pudo hablar en varias ocasiones, a través de fotos míticas y recortes de diarios y revistas para adentrarse, desde el recuerdo, en el álbum que sin lugar a dudas cambió la historia del rock nacional.