El equipo es nuevo, el técnico también, el Monumental también. Los problemas de River son viejos. Aunque la buena noticia es que anoche no perdió un partido que en otro momento habría perdido y dio vuelta un resultado adverso, algo que el año pasado -salvo en la última fecha contra Racing, justo- casi nunca hizo. Y eso no es poco, aunque haya quedado ese sabor en una cancha explotada. Es que por un milímetro ganó River. Por el milímetro final que anuló el 2-2 de un Argentinos Juniors durísimo que merecía llevarse algo más a La Paternal.
La vuelta a casa después de cuatro meses, el contexto cargado por una previa llena de significación, con la inauguración de tres nuevas tribunas, con 83 mil personas en la cancha, con el vacío atronador de no escuchar el “Muñeco, Muñeco” después de ocho años y medio, con el homenaje a los campeones del club, a Franco Armani particularmente, con la presencia -por suerte más inadvertida de lo esperado- de Daniel Passarella en Núñez después de una década larga de condena social. El clima podía hacer perder el foco: así salió a jugar un River confundido, sin un juego fluido, espeso e inconexo por muchos momentos ante un rival que parecía tener bastante más estudiado lo que tenía que hacer, un libreto laburado desde hace años que hace al Bicho de Milito un adversario ídem para cualquiera en un fútbol argentino que para los grandes es insoportablemente parejo.
Pareció depender demasiado el equipo de Demichelis de lo que hiciera un Nacho Fernández que no estuvo tan inspirado en su vuelta al Monumental y que se mostró algo cansado: en cualquier caso, el CARP perdió de entrada el duelo en la mitad de la cancha ante un AAAJ muy intenso en los duelos personales que jugó con ese obelisco que es Ávalos, siempre un dolor de cabeza -literalmente de cabeza- en el Liberti.
Podrá sacar algunas buenas conclusiones Micho pero mucho más en términos individuales que colectivos: Enzo Díaz, más allá de la falta no forzada a Ávalos en la previa al gol de cabeza de Mac Allister jugó con la rudeza que anticipó el propio DT en conferencia de prensa y esta vez sin complicarse en la salida, rápido en los anticipos, sin rifar la pelota aún cuando todavía debe dar un salto de calidad en la salida entre líneas para que el arranque de River no sea un ping pong entre los centrales. Paradela fue el único que aportó algo de frescura, especialmente en ese primer tiempo a todas luces flojo del equipo. Y los cambios de MD también fueron buenas noticias en sí mismas. Porque Palavecino no tuvo demasiados problemas para relevar a Enzo Pérez en el medio. Porque Barco aún sin el desequilibrio que se le pide fue quien provocó los dos penales que dieron vuelta el score y, como destacaba Gallardo, la pide siempre. Porque Rojas jugó para ganarse definitivamente el lateral derecho que volvió a ocupar un bajo Herrera. Porque Rondón se mostró ágil pero también desparramó oficio en sus controles y pivoteos para arreglárselas en el juego largo.
Por lo demás, un milímetro, y no más de uno, terminó explicando el triunfo en el regreso al Monumental con un River que tildó apenas una de las tres G. La más importante de todas.