El expresidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, lanzó este miércoles la fase final de la campañapara las presidenciales del dos de octubre con un acto masivo en Sao Bernardo do Campo, el cordón industrial de San Pablo, en el que repudió la política económica de Jair Bolsonaro, a quien definió como “un hombre poseído por el demonio que miente siete veces por día”. Lula, quien prometió bajar impuestos a los trabajadores, dedicó buena parte de su discurso a rebatir el perfil evangelista que Bolsonaro le quiere dar a su campaña, buscando con ese segmento religioso, que representa alrededor del 30 por ciento de la población, recuperarse en las encuestas que le otorgan al líder del PT una victoria cada vez más estrecha.
Más temprano, el temor a un ataque contra el expresidente y parte de sus asesores más próximos provocó que la Policía Federal decidiera cancelar por falta de seguridad un acto que Lula tenía previsto realizar en una fábrica de la región de Jurabatuba. Mientras tanto el presidente Jair Bolsonaro protagonizó un mitin en la misma esquina en la que fue apuñalado en la campaña de 2018, en el estado de Minas Gerais. “La ciudad donde renací”, dijo Bolsonaro en la apertura de un discurso cargado de declaraciones patrióticas y alusiones a Dios y a la Biblia. Los dos principanles candidatos a la presidencia se encontraron cara cara por la noche en Brasilia, en la ceremonia de asunción del juez Alexandre de Moraes como presidente del Tribunal Superior Electoral, donde el presidente ocupó un lugar en el palco de autoridades y Lula un asiento en la primera fila de la platea, reservada para los invitados.
Lula: “Un gobierno que alimente el amor”
“Si hay alguien poseído por el demonio ese es Bolsonaro”, exclamó Lula en un acto de enorme simbolismo a las puertas de la fábrica de Volkswagen, en Sao Bernardo do Campo, su cuna política y donde en la década de 1970 se hizo conocido como líder sindical. El líder del PT acusó al gobierno de Bolsonaro de carecer de una política económica para un país que sufre una inflación del diez por ciento y cuenta con un 9,3 por ciento de desempleo.
Lula adelantó que en caso de vencer en octubre una de sus primeras medidas será subir el piso del impuesto a las ganancias que pagan los trabajadores, que no se actualizó en los últimos diez años, al asegurar que el país está peor actualmente que cuando había asumido en 2003. Rodeado de cientos de trabajadores metalúrgicos y representantes sindicales, el antiguo tornero mecánico calificó de fariseo y genocida al líder ultraderechista.
“Este país no puede tener un presidente al que nadie quiere recibirlo, que miente siete veces por día, que miente a los evangélicos. Él es fariseo y está intentando manipular la buena fe de las personas que van a la iglesia”, denunció Lula ante los mensajes que circulan en grupos bolsonaristas que aseguran que el exmandatario cerrará los templos religiosos si vuelve al poder.
“No habrá mentiras ni fake news que lo mantengan gobernando este país”, sentenció el exjefe de Estado entre 2003 y 2010, entre los aplausos de sus simpatizantes. “No queremos un gobierno que distribuya armas, queremos un gobierno que distribuya libros. No queremos un gobierno que alimente el odio, queremos un gobierno que alimente el amor”, expresó un Lula emocionado que a los 76 años empezó a caminar oficialmente su séptima campaña electoral.
La Policía Federal de Brasil había determinado el lunes por la noche que no estaba garantizada la seguridad en el camino que lleva a la fábrica MWM Motores en Jurabatuba, ciudad de San Pablo, con lo que se suspendió el evento que iba a realizarse en la mañana del martes. El pasado nueve de julio un policía bolsonarista, Jorge Guaranho, asesinó a tiros a un dirigente del PT en Foz de Iguazú, Marcelo Arruda, al irrumpir en su fiesta de cumpleaños. Por hechos violentos como ese, con claras motivaciones políticas, Lula empezó a usar chaleco antibalas en los actos masivos.
“Este país no quiere el comunismo”
Por su parte Jair Bolsonaro empezó oficialmente su campaña por la reelección en Juiz de Fora, la ciudad donde cuatro años atrás fue apuñalado en un mitin, un ataque que lo catapultó a la presidencia de Brasil. El líder de ultraderecha volvió al municipio del estado de Minas Gerais para honrar el lugar donde, según dice, “renació gracias a la mano de Dios” tras ser acuchillado en el abdomen en 2018 por Adelio Bispo, un enfermo psiquiátrico que fue declarado inimputable y se encuentra internado.
Bolsonaro llegó al acto hacia el mediodía en moto luego de una corta caravana que hizo desde el aeropuerto, donde mantuvo un primer encuentro con líderes evangélicos. “Este país no quiere retrocesos, no quiere la ideología de género en las escuelas, no quiere liberar las drogas. Este país respeta la vida desde su concepción y no quiere el comunismo”, dijo Bolsonaro durante su discurso en Minas Gerais.
Bolsonaro asoció los gobiernos progresistas en América latina a la miseria y la persecución a las iglesias, citando particularmente los casos de Nicaragua y Venezuela. “Sabemos de la lucha del bien contra el mal. Defendemos la libertad absoluta, si alguien se ofende va a la justicia, pero no podemos crear leyes como la de las fake news“, dijo el mandatario al criticar el proyecto que sanciona a quien divulgue mentiras y arme operaciones contra terceros con base en datos falsos.
Presente en el acto en Minas Gerais, su esposa Michelle Bolsonaro rezó el Padre Nuestro y fue vivada incluso más que el aspirante a la reelección. El evento también sirvió para poner en marcha la campaña publicitaria del Partido Liberal del presidente, en el cual aparece el jingle “O Capitao do Povo” (El Capitán del Pueblo), que recuerda su pasado militar antes de haber sido desvinculado del Ejército por mala conducta a fines de los 80.
Palpitando las presidenciales
La precampaña presidencial estuvo marcada por los constantes cuestionamientos, sin pruebas, de Bolsonaro a la fiabilidad del sistema de voto electrónico en Brasil. Sus críticas han despertado temores de que no reconozca una eventual derrota. Lula, que recuperó sus derechos políticos en 2021 tras la anulación de sus condenas en la megacausa anticorrupción Lava Jato, sigue liderando los sondeos, aunque el líder ultraderechista parece achicar distancias.
La consultora IPEC indicó el lunes que Lula reúne 44 por ciento de las intenciones de voto en la primera vuelta frente a un 32 por ciento de Bolsonaro. El Instituto Datafolha ubicó el mes pasado a Lula con 47 por ciento y a Bolsonaro con 29 por ciento. La principal preocupación de los brasileños, según las encuestas, es la situación económica, marcada en los últimos años por altos niveles de desempleo y una inflación que le resta popularidad a Bolsonaro.
Aunque la tendencia es que el presidente mejore sus números con las recientes bajas de los precios de los combustibles y el aumento de las ayudas sociales, la gran incógnita para los analistas es si llegará a tiempo para revertir los números. Más de 156 millones de brasileños están habilitados para votar el dos de octubre, en la primera vuelta de unas elecciones en las que también se disputan cargos de diputados, senadores y gobernadores de los 26 estados del país.