Este jueves llega a los cines de argentina “Elvis“, la película dirigida por Baz Luhrmann (“The Great Gatsby”, “Moulin Rouge”, entre otros éxitos). La biopic de 159 minutos narra la vida Elvis Presley, desde su ascenso en la música, su consolidación como ídolo de la cultura popular del siglo XX hasta su caída, signada por los abusos y la soledad que lo llevaron a una muerte prematura pero anunciada.
Lo que distingue a esta película de otras biografías de Elvis es que el director australiano – acostumbrado a dirigir films en los que la música juega un rol principal – eligió contar la historia del rey del rock and roll desde la mirada de Colonel Tom Parker, un misterioso y codicioso hombre que pasó a la historia por haber sido el representante y mano derecha del cantante, desde sus comienzos en la música cerca 1955 hasta su prematura muerte en 1977.
“Yo no lo mate. Yo lo hice”, asegura al comienzo del film el personaje de Parker interpretado exquisitamente por Tom Hanks. Y es en esa dualidad que transcurre el eje narrativo del film: ¿hubiera existido Elvis sin Colonel Tom Parker? ¿Fueron su codicia y manipulación las que llevaron a Elvis al precipio, la resignación y la muerte? Por estas preguntas es que la decisión de narrar la vida del ídolo desde su óptica fue una elección más que acertada.
A lo largo de sus dos horas y 39 minutos de duración, el film se divide claramente en las etapas de la vida de Elvis: su infancia pobre en Memphis, el incipiente éxito, el escándalo de su figura sexy, joven y varonil, su colosal éxito y consolidación, el posterior aburguesamiento y su vida como multimillonario en su épica mansión Graceland, el breve renacer de su carrera en Las Vegas, la decadencia y su muerte.
Todas y cada una de estas fases tienen como denominador común el vínculo entre el artista y su representante. En “Elvis” esa relación es reconstruída como desigual signada por el dinero y la ambición. Mientras Elvis búscaba una figura paterna en la que apoyarse, Parker lo manipulaba para generar cada vez más fortuna y fama. El héroe y el villano.
Otra acertada decisión de Luhrmann fue hacer foco en la influencia que tuvo la cultura negra de los Estados Unidos en Elvis, tanto en su música como en su vida. Nacido en el seno de una familia blanca pero muy empobrecida, el cantante vivió casi toda su vida en Memphis, ciudad de Tennessee conocida por ser la cuna del blues y cuya población está conformada en su mayoría por afrodescendientes.
En las primeras escenas del film vemos a un pequeño escabullirse en una iglesia negra y entrar en una suerte de trance musical al escuchar la música de los fieles, vibrando al son de los acordes del góspel, estilo musical que definiría para siempre el estilo del rey del rock and roll. La historia también resalta su amistad con B.B King, fundamental en el recorrido del artista. En otra escena vemos a Elvis llorar por el asesinato del líder Martin Luther King a la vez que anfrenta a Parker, quien le plantea que su muerte “es una tragedia que no tiene nada que ver con ellos”. “Tiene todo que ver con nosotros”, responde Elvis.
“La cultura negra de su vida no es un pie de página, es el fondo. El crece en una comunidad negra. El verdadero Elvis es la música góspel y la música góspel es espiritual. Él era un ser espiritual”, remarcó el director en una conferencia de prensa y reafirmó el compromiso del cantante con la comunidad afroamericana de su país no solo desde lo musical sino también desde lo social.
Aunque extensa, la película recorre varios climas que funcionan como cortes para descansar la atención del espectador y convertirse en un largometraje llevadero, que escala en emociones y culmina con una sensación de empatía hacia el ídolo que debió luchar contra demonios externos que acabaron volviéndose propios.
La música cumple un rol fundamental en ese juego ya que sitúa al espectador en los diferentes climas que va atravesando el personaje. De la mano de la ambientación musical vienen los arreglos un tanto barrocos de Luhrmann, que juega con fotomontajes, tipografías y cortes algo excéntricos que marcan su sello como director.
Mención especial para Austin Butler, el actor que encaró la titánica tarea de darle vida a Elvis y, según contó en más de una entrevista, pasó meses con entrenadores de baile para replicar los pasos del ídolo. También es él quien canta las canciones del film, logrando un tono de voz e interpretaciones sumamente similares a las de Elvis.
“Tu y yo somos lo mismo. Dos niños solos persiguiendo la eternidad”, dice Parker a Elvis hacia el final de la película, cuando la relación comercial entre ambos ya había acabado de la peor manera y la muerte del legendario cantante era inminente. “Elvis” es una película ostentosa y entretenida que ya está disponible en todas las salas de cine del país.