ROMA.- ¿Tragedia anunciada por las altas temperaturas y el cambio climático? La opinión pública italiana seguía hoy de luto y conmocionada por lo que los medios definieron “la masacre” ocurrida en un famoso glaciar de los Alpes, donde, en medio de una inédita ola de calor, se desprendió ayer un bloque gigantesco de hielo que sepultó a decenas de excursionistas.
Entre los muertos está Filippo Bari, joven de 27 años oriundo de la provincia de Vincenza, dueño de una ferreteria y padre de un chico recién nacido, que se había hecho una selfie justo antes del horror. En la foto que le mandó a sus familiares aparece con una enorme sonrisa, con su casco y sus anteojos de sol, feliz por su hazaña. Luego nadie supo más nada de él.
La catástrofe –que dejó, al momento, siete muertos, ocho heridos y 13 desaparecidos– ocurrió ayer poco después del mediodía en la Marmolada, una de las montañas más lindas y concurridas de las Dolomitas, zona de los Alpes declarada patrimonio mundial de la humanidad y meta de alpinistas de todo el mundo, en la frontera entre las regiones del Trentino y el Véneto, en el noreste del país.
Entonces, en los refugios aledaños a Punta Rocca y Punta Penia, las dos cimas más celebres de la Marmolada, también llamada “la reina de las Dolomitas”, se oyó un estruendo parecido a una bomba o al del paso de un jet, según testigos. Y se desprendió un bloque del glaciar en una pavorosa avalancha de hielo y rocas enorme, con un frente de 300 metros que arrasó todo lo que había a su paso a lo largo de más de dos kilómetros. Era una jornada ideal, con una temperatura superior a los 10 grados y había al menos tres cordadas de excursionistas subiendo y bajando de la montaña.
“Cuando nos llamaron, a la una y media, nos dijeron ‘se cayó la montaña’. Cuando subimos a 2500 metros nos encontramos con un escenario dantesco: había bloques de hielo y roca grandes como autos por todos lados, comenzamos a buscar y a extraer las primeras víctimas”, contó Luigi Felicetti, socorrista alpino.
El “seracco” (serac), es decir, el pedazo de glaciar que precipitó, se desprendió a 3000 metros, 343 metros debajo de la cima. Como si fuera un río, comenzó a bajar a una velocidad impresionante, de 300 kilómetros por hora. “Era una ola negra que se iba tragando todo, quien se encontraba en su trayecto corría intentando salvarse”, contó Elena, una sobrevivente.
Mientras los rescates, con drones y helicópteros siguieron adelante toda la noche y sólo fueron interrumpidos por un temporal, comenzaban a identificarse las primeras víctimas, entre ellas tres italianos, un ciudadano de República Checa, más una pareja. Aunque el balance de decesos estaba destinado a aumentar. Según los rescatistas, que trabajan incluso con un sistema que intenta rastrear la señal de teléfonos celulares, incluso bajo tierra, había pocas chances de encontrar personas vivas.
“Será duro reconocer a las personas que terminaron en el torbellino y lo que les pasó a sus cuerpos es algo que duele sólo al pensalro. Porque hay que pensar que esto no era nieve sino hielo cortante y roca. Así que fueron torturados”, explicó al Corriere della Sera Mauro Mabboni, socorrista con experiencia de otras avalanchas y desprendimientos sobre sus espaldas, pero que admitió que “jamás” vio algo parecido. Para el reconomimiento de los cadáveres podrían ser necesarios exámenes de adn.
Carlo Budel, dueño del refugio Capanna-Punta Penia, cercano al escenario deL desastre, no dudó en hablar de “tragedia anunciada”.
“Desde hace días que oía correr agua, verdaderos torrentes, debajo del glaciar: debería haberse cerrado la Marmolada después de las altas temperaturas de estas semanas”, denunció, en declaraciones al diario Il Messaggero. Budel destacó, además, como el drama ocurrió justo un domingo y en un día y en un horario de punta.
La fiscalía de Trento abrió una investigación por desastre culposo al momento contra desconocidos, que será compleja vistas las dificultades en el rescate de los desaparecidos, que deberá establecer si las condiciones metereológicas eran riesgosas y eventuales responsabilidades.
En medio de gran conmoción nacional y justo en el comienzo del período de vacaciones de verano, el primer ministro, Mario Draghi, viajó hasta Canazei, localidad del desastre. Allí se reunió con familiares de las víctimas, autorides, se interiorizó de lo ocurrido y agradeció y alentó a quienes siguen trabajando contrarreloj para hallar a los desaparecidos.
“Este es un drama que seguramente tiene algo de imprevisibilidad y seguramente depende del deterioro del ambiente y de la situación climática”, reconoció Draghi. “Hoy Italia llora sus víctimas y los italianos se solidarizan con afecto. El gobierno debe reflexionar sobre lo que ocurrió y debe tomar medidas para que lo ocurrido tenga una probabilidad mínima de ocurrir o pueda incluso ser evitado”, agregó, con rostro adusto.
“Recemos por las víctimas del derrumbe del glaciar y pos sus familias”, pidió el papa Francisco en un tuit escrito en italiano, en el que destacó que “las tragedias que estamos viviendo con el cambio climático nos deben empujar a buscar en forma urgente nuevos caminos respetuosos de las personas y de la naturaleza”.
Incendios en Roma
Mientras tanto, por segunda vez en pocos días la explosiva combinación de sequía y altas temperaturas -superiores a los 38 grados-, desataron un gran incendio en la zona norte de esta capital. Las llamas, que comenzaron en el parque llamado Pineta Sacchetti, dañaron dos centros deportivos y crearon terror entre los vecinos del barrio de la Balduina. Ya la semana pasada otros incendios en descampados de la periferia este habían creado gran alerta y, por el viento, una lluvia de cenizas y humo negro alcanzaron incluso el centro histórico de la ciudad eterna, en imágenes de los más apocalípticas y reflejo del mismo pavoroso cambio climático que causó la “masacre” del glaciar.