PARÍS.- Rafael Nadal, ese hombre que el viernes cumplirá 36 años, no se rinde. Lo anima su pasión por la competencia, el hambre de gloria, las ganas de conquistar una vez más Roland Garros, este torneo al que parece haber atado a su destino. Nadal batalla a despecho de las lesiones; del síndrome de Müller-Weiss, de esa lesión crónica en el pie izquierdo que acaso lo empuje a la puerta del adiós más tarde o más temprano. Pero, ahora, su voracidad por competir lo empujan a seguir. Tampoco puede con él Novak Djokovic, otro gigante de los courts. Nadal está ahí, victorioso, sobre el polvo de ladrillo que lo vio ganador más de cien veces. Una vez más, en las semifinales del abierto francés. Su torneo. El que ganó 13 veces, el que quiere conquistar por 14ª ocasión. Ahora está a sólo dos pasos de lograrlo.
“Puede ser mi último partido en Roland Garros”, había dicho hacía un par de días, cuando pedía jugar de día ante Djokovic. La organización no le hizo caso, y lo mandó a la sesión nocturna frente al número 1 del mundo. Tampoco esa circunstancia frenó al zurdo de Manacor, que celebró otra victoria imponente: 6-2, 4-6, 6-2 y 7-6 (7-4) sobre el serbio, en un combate de 4 horas y 12 minutos, pasada largamente la 1 de la madrugada bajo el fresco parisino, en una noche de sacos, camperas y litros de café. Allí está Rafa, con una sonrisa de oreja a oreja. Nada lo hace más feliz que competir. Y vaya si lo ha hecho, en otro combate a su estilo.
Ha sido un choque de planetas que podría haberse producido el domingo próximo, en la final. Pero tocó mucho antes, en los cuartos de final. En la jornada del martes, el abierto francés se quedó sin Djokovic; también sin Carlos Alcaraz, la joven promesa que amenazaba con quebrar el techo de las viejas leyendas. Sigue adelante Nadal, que en las semifinales se enfrentará con el alemán Alexander Zverev.
Pero, ahora, Nadal disfruta su victoria en el capítulo 59º de su rivalidad con Djokovic. Un duelo muy parejo en el historial, ahora favorable por la mínima al serbio (30-29). Ha sido el décimo cruce en la tierra naranja de Roland Garros, con ventaja aquí para Rafa (8-2). Esta vez, ha sido un pulso que lo ha tenido todo. Puntos cortos, rallies larguísimos, games de 18 minutos, toques ganadores y bombazos, aciertos de ovación y errores lamentados. Cada uno de los 278 puntos disputados en la épica noche del Chatrier ha sido un mundo. En las tribunas, una locura: una hinchada española con trompetas, música de corrida de toros y la cómica introducción de los Locos Adams en cada descanso. Gritos de aliento permanente. “¡I-de-mó!” (”¡vamos!”, en serbio) es el impulso de los seguidores de Nole. Un duelo que osciló entre una obra de suspenso y una serie de la añeja Copa Davis. Intenso como pocos, siempre atrapante.
Con las condiciones nocturnas (frío y humedad), parecía que el juego de Nadal iba a lastimar menos a este Djokovic que llegaba sin ceder sets a los cuartos de final. Pero Rafa, desde el primer punto, avisó que este partido no sería como esa derrota que tanto le dolió en la semifinal del año pasado. El zurdo supo presionar con aperturas elaboradas, con mucha carga de efecto, para enviar contra el fondo a Djokovic. Ahogado, el serbio no podía tomar la iniciativa. Quedó abajo 6-2 y 3-0. El número 1 del mundo resistía, mientras tanteaba en la oscuridad, en busca de una puerta para salir del asedio y meterse en el partido. La Bestia estaba suelta. Era una sinfonía a todo volumen de Nadal. Pero el español bajó un poco la intensidad, y comenzó a jugar algo más corto. Djokovic vio la luz en el fondo del túnel y se aferró con todo. Empezó a ganar un punto, otro. Logró un break en un eterno sexto game de 18 minutos y 20 puntos para igualar la cuenta (3-3) en el segundo set. Presionado en ese tramo, Nadal no pudo mantenerse y el balcánico consiguió emparejar el resultado.
Con 59 partidos a cuesta, ambos se conocen demasiado. Tras el descanso, Rafa volvió hecho una tromba. Otra vez arriba. Nuevamente con distancia en el juego y en el resultado. Tomó un tercer set decisivo, y se dispuso para una pelea palo y palo en el cuarto. Djokovic tampoco iba a entregarse, qué va. Era el momento del defensor del título: Nole se adelantó pronto 3-0, 4-1, 5-2. El quinto parcial estaba en el horizonte. Pero, en un noveno game descomunal, Nadal levantó dos set-points y consiguió el quiebre para igualar la cuenta. En el desempate, Rafa recién pudo cerrarlo en el cuarto match-point con un revés ganador, después de otro de esos largos intercambios.
Apenas minutos después de la derrota, Djokovic dejó sus impresiones: “Él fue un mejor jugador en los momentos importantes. Empezó mejor que yo en el primero, el segundo, el tercer set. Hubo momentos en especial en los que llevó su tenis a otro nivel. Pero yo tuve mis chances, en especial en el cuarto. Saqué por el set, tuvo set-points. Podría haberlo llevado a un quinto y quizás hubiera sido otro partido. Pero él demostró por qué es un gran campeón. Es difícil permanecer ahí, mentalmente firme, y terminar el partido como lo hizo. Creo que yo podría haber jugado mejor, pero luché y estuve ahí hasta el último tiro. Después de más de cuatro horas de batalla, tengo que aceptar que perdí”.
Exultante, Nadal volvió a mostrar rasgos del jugador que empezó el año como campeón del Abierto de Australia y que conquistó Indian Wells, antes de darse varias semanas de baja por una fisura en una costilla. “Creo que he jugado mi mejor partido de los últimos cuatro meses. Ha sido un esfuerzo grande, pero tiene un valor añadido este triunfo. Para jugar este torneo estoy haciendo todo lo posible, tratando de estar en las mejores condiciones posibles. Estos últimos tres meses, la verdad, no han sido nada divertidos para mí. No sé qué pasará después, pero ahora me siento bien. Soy lo suficientemente grande como para no esconder cosas o venir acá y decir algo que no siento”, contó sobre su físico maltratado.
Pero, al mismo tiempo, reconoció cuánto significaba este encuentro para él: “Ha sido una de esas noches inolvidables, era muy especial vencer a Novak, nos enfrentamos muchas veces, en partidos siempre importantes y durante muchos años. Este era un partido de cuartos de final, lo que significa que aún no gané nada. Pero sí me di la posibilidad de volver en un par de días y jugar otra vez las semifinales. Y eso vale mucho para mí”. El romance entre Roland Garros y Nadal continúa, de día y de noche, definitivamente eterno.