Real Madrid lo hizo otra vez. Como si su designio histórico fuera ganar finales y sumar más gloria a su gloria de por si inmensa, el equipo de la capital española alzó por 14º vez la Champions League. Derrotó por 1 a 0 al Liverpool de Inglaterra con un gol del brasileño Vinicius a los 13 minutos del segundo tiempo al cabo de una tensa final jugada en el Stade de France de París y que comenzó con una demora de 36 minutos por los incidentes que se suscitaron en el ingreso del público al estadio.
En todo caso, la consagración fue el corolario de una campaña épica. Tres veces, en octavos ante París Saint Germain, en cuartos frente al Chelsea y en semifinales contra Manchester City, el Madrid estuvo a punto de ser eliminado. Y en todas esas ocasiones, en los últimos minutos de los partidos o bien en los alargues, el equipo sacó pecho y demostró una convicción de victoria y una fortaleza mental que acaso sean más importantes que la calidad de juego que pudo haber demostrado. En varios tramos de esas series, el Madrid fue ampliamente superado.
Pero en el fútbol (y en verdad en cualquier deporte), al momento de las grandes definiciones entran en consideración otros valores: la templanza, la solidez anímica, el saber estar y jugar este tipo de partidos, el no entregarse nunca. También, cierto guiño cómplice de la fortuna. Y en esas materias, ningún equipo pudo ser más que el Madrid. Cuando los partidos dejaron de jugarse en el campo de lo táctico y pasaron al plano de las emociones, el Real fue invulnerable. Y este sábado dio una nueva prueba de ello.
Además, tuvo grandísimos jugadores. Y un técnico de mensaje claro y sencillo como el italiano Carlo Ancelotti que ganó la cuarta Champions de su carrera (dos con Milan en 2003 y 2007 y otras dos con el Madrid en 2014 y 2022). El arquero belga Thibaut Courtois fue clave en toda la campaña. Y volvió a serlo ante Liverpool con varias atajadas en momentos claves. Courtois le sostuvo el cero a su equipo en los primeros 25 minutos del partido, los que mejor jugaron los ingleses. Y tras el gol de Vincius (un remate fallido al arco de Federico Valverde que el extremo brasileño mandó al red entrando por detrás del lateral Alexander-Arnold), le sacó tres pelotas de gol al egipcio Mo Salah y descolgó la infinidad de centros y pelotazos frontales y de perfil con los que Liverpool le ametralló el área. Courtois transmitió una rotunda seguridad y la sensación de un arquero nacido para las finales grandes. Pero no fue el único destacado de la tarde gloriosa.
Después de los peores momentos, cuando Liverpool ganaba la presión en el medio y se volcaba sobre el área española (a los 19 minutos del primer tiempo, un derechazo de Sadio Mané fue manoteado por Courtois y dio en el palo derecho), el oficio y la clase de Luka Modric y Toni Kroos resultaron fundamentales para enfriar el partido y bajarle las revoluciones a los ingleses. Tocaron muchas veces hacia atrás y a los costados, pero no fue un manejo improductivo: fue la clave para reacomodar al Madrid.
El uruguayo Valverde ratificó su condición de jugador inteligente, capaz de cubrir toda la banda pero también de cortar la cancha hacia adentro y de darle a cada acción la respuesta indicada. Benzemá no tuvo una noche inspirada. Pero fue el goleador de la campaña (marcó 15 goles en 13 partidos) y pudo haber sumado uno más (le anularon un gol por offside de VAR al cierre del primer tiempo). Y a la hora del aguante, los centrales Eder Militao y Alaba y el brasileño Casemiro incrustado entre ambos, resistieron los embates cada vez más desesperados del Liverpool que terminó poniendo una doble punta de lanza (Firmino y Diogo Jota) con Salah y Mané por los costados y el holandés Van Dijk yendo a cabecear al área madridista en los cinco minutos finales.
En un análisis fino del partido (y tal vez de toda la Champions), Liverpool fue el equipo que mejor jugó y funcionó. No mereció perder la final y tal vez pudo haberla ganado. Pero la perdió porque se topó con un arquero descomunal y un equipo de carácter que parece hecho para jugar y ganar esta Copa. De las 17 finales que disputó desde la primera en 1956, se impuso en 14, las últimas ocho de manera consecutiva. La mítica “Orejona” parece responder a sus deseos. Si el Madrid la juega, el Madrid la gana. Y este sábado en París volvió a rendirse entre sus brazos.