Si Luis Angel Firpo y Jack Dempsey protagonizaron el 14 de septiembre de 1923 la pelea mas dramática del siglo pasado por todo lo que sucedió en tres minutos y 57 segundos sobre el ring montado en el Polo Grounds de Nueva York, hace 50 años, el 30 de octubre de 1974 y en el estadio nacional de Kinshasa (por entonces Zaire, ahora República Democrática del Congo) Muhammad Alí y George Foreman hicieron el combate más legendario de todos los tiempos. Y el primero que tuvo nombre propio: “The Rumble in the Jungle” (El estruendo en la jungla).
Alí noqueó en ocho rounds a Foreman y recobró el título del mundo de los pesados que le habían birlado en 1967 por haberse negado a combatir en la guerra de Vietnam para los Estados Unidos. Pero ese fue apenas el capítulo final, la última escena de una historia que nadie se había atrevido a escribir alguna vez. Todo lo que pasó antes y durante nunca antes había sucedido y nunca más volvió a suceder. La pelea y todo aquello que la rodeó resultaron un hecho cultural tan enorme que superó al boxeo en sí: le dio origen a un documental ganador del Oscar (Cuando eramos Reyes, 1996) y a una crónica memorable (El Combate) que Norman Mailer publicó con forma de libro en 1975.
Metidos en el medio de todo eso estuvieron Don King, el promotor y mánager más audaz extravagante (e inescrupuloso) de la historia del pugilismo, y un dictador sanguinario como el zaireño Mobutu Sese Seko, a quien King convenció de que una pelea por el título mundial de los pesados y un show con lo mejor de lo mejor de la música negra de los Estados Unidos, era lo que estaba necesitando para que el mundo hablara bien de él y su país. King era (sigue siendo a sus actuales 93 años) capaz de cualquier cosa con tal de lograr lo que se propone. Y un año antes de la pelea se puso a trabajar para armarla.
Foreman había sido campeón olímpico de los pesados en los Juegos de México en 1968 y había ganado la corona de todos los pesos arrasando en dos rounds apenas a Joe Frazier, el 22 de enero de 1973 en Kingston (Jamaica) luego de derribarlo en seis ocasiones como un guiñapo. Dueño de una pegada anestesiante, después noqueó en un asalto al puertorriqueño Joe Roman en Tokio y en 1974, fulminó en dos a Ken Norton en Caracas (Venezuela). Muy lejos de su actual perfil de abuelo bueno, aquel Foreman de 25 años (había nacido el 10 de enero de 1949) metía miedo por su fiereza arriba y abajo de los cuadriláteros, donde tenía el mismo humor que el de un perro rabioso.
Alí mientras tanto había retornado a los cuadriláteros en octubre de 1970 y luego de noquear a Jerry Quarry y a nuestro Ringo Bonavena, había perdido por puntos en 1971 ante Frazier y en el Madison de Nueva York, la chance de recuperar su título del mundo y vuelto a perder en 1973 (con fractura de mandíbula incluida) frente a Norton en San Diego. Una tarde, el promotor de los pelos parados y la verba desenfrenada se presentó en su gimnasio y le ofreció una fortuna de aquellos tiempos (cinco millones de dólares) si le firmaba un contrato para enfrentar a Foreman. Alí puso la firma como si se tratara de un simple autógrafo en la inteligencia de que jamás podría conseguir ese dinero.
King repitió la fórmula con Foreman y Foreman también le firmó pero solo para sacárselo de encima. Con esas dos firmas, el promotor voló a Kinshasa y le propuso al dictador Mobutu ser su socio en el negocio más grande de todos los tiempos: la pelea Foreman-Alí por la corona de los pesados. Mobutu puso los diez millones de dólares y cinco más para gastos de organización. Pero pidió algo a cambio de ese dinero. Y King se lo dio: un show con las grandes estrellas del blues, el soul y la música funk de los Estados Unidos y Africa que se televisaría viá satélite a todo el mundo el día anterior a la pelea.
King les avisó a Alí y a Foreman que los dos cheques de cinco millones de dólares para cada uno estaban depositados en una cuenta abierta en el lugar más seguro del mundo: la sucursal Wall Street del Bank of América. Con las bolsas aseguradas y cobradas de antemano y los contratos oportunamente firmados en blanco, Foreman y Alí no pudieron negarse y no les quedó mas remedio que prepararse para pelear.
Alí decidió trasladar su entrenamiento a Kinshasa para adaptarse al calor húmedo y convertir a los zaireños en sus primeros hinchas. Además, lo invitó a Mailer, que iba a cubrir la pelea para la revistas Life, a compartir la concentración con él. Foreman no quiso darle ventaja y también se mudó a la capital de Zaire. Pero cometió un error: bajó del avión con un perro mastín de la misma raza que empleaba la policía para reprimir las manifestaciones por la independencia del país que lideraba el líder Patrice Lumumba (asesinado en 1961) cuando Zaire era el Congo belga. La gente inmediatamente se puso en contra de Foreman.
Al llegar, Alí pidió conocer el viejo estadio Nacional de Kinshasa donde iba pelear y le dijeron que no podía porque era una cárcel de los opositores a la dictadura de Mobutu. El viejo campeón de 34 años entonces emplazó al regimen. Dijo que no habría pelea y se iría del país si esa gente no era liberada en un plazo de 72 horas. Mobutu evitó el papelón internacional: soltó a esos miles de pesos políticos y no solo eso: decretó que nadie pagaría un centavo para ver el combate ni el pesaje previo. La entrada sería gratuita.
La pelea en principio iba a realizarse en la noche del 25 de septiembre pero hubo que postergarla un mes porque en la semana previa, Foreman sufrió un raspón en un párpado durante un entrenamiento. Por eso, el show prometido de música negra en el que participaron astros como James Brown, BB King, Míriam Makeba y los salseros puertorriqueños Celia Cruz y Héctor Lavoe entre muchos otros, tuvo lugar del 22 al 24 de ese mes en el Estadio Tata Raphaël de Kinshasa. El combate, cinco semanas más tarde.
Alí dio 97,970 en la ceremonia del pesaje del 29 de octubre. Foreman 98,800, Tras bajarse de la balanza, Alí dio una vuelta olímpica al estadio mientras la multitud negra gritaba el estribillo que el propio Alí le había enseñado a corear: “Alí bumaie” (Ali matalo).
Hubo más de 700 periodistas acreditados de todo el mundo, solo tres de ellos argentinos: Ernesto Cherquis Bialo por la revista El Gráfico, Emilio Ferés por el diario La Nación y el relator Manuel Sojit que transmitió la pelea por teléfono para Radio Belgrano. Canal 7 la televisó con relatos y comentarios de Enrique Macaya Márquez y Oscar Gañete Blasco desde Buenos Aires. Los corresponsales de las agencias internacionales desracados al borde del ring, debieron averiguar, como en 1964 en ocasión de la primera pelea entre Alí y Liston en Lewiston (Maine) la distancia entre el estadio y el hospital más cercano: tenían orden de salir de inmediato hacia allí si Alí bajaba desvanecido o directamente muerto del ring. Más que a noquearlo, Foreman era candidato más a matarlo.
Pero no fue necesario. Mas que físicamente, Alí lo demolíó psicológicamente al campeón que nunca pudo conmoverlo y fue perdiendo energías y convicción con el paso de los rounds. En el octavo round, la máquina noqueadora había dejado de andar y el talento y los recursos técnicos y mentales de Alí controlaban todos los aspectos de la pelea. Hasta que una izquierda en directo y una derecha cruzada a la mandíbula más fuerte que justa tumbaron a Foreman por toda la cuenta. Alí volvía a ser dueño del mundo que había dejado de pertenecerle siete años antes. Cincuenta años más tarde, Cherquis cree que Foreman “no estaba ni dormido ni conmocionado; estaba destruido moral y físicamente. Su fatiga psicológica no le permitió ponerse de pie. Tenía la íntima convicción, además, que ya no valía la pena. Y se resignó a dejar la corona mundial porque sabía que nada podía hacer ya por retenerla”
Coronado de gloria, Alí volvió de Zaire convertido en un héroe social para los Estados Unidos. Fue campeón mundial hasta 1978 y de 1978 a 1980 y mucho antes de su fallecimiento en 2016, era considerado el máximo deportista del siglo 20. Foreman también fue un ejemplo. Muy alejado de aquella soberbia de sus primeros tiempos, en 1994 volvió a ser campeón del mundo a los 45 años. Sobre los rings, Alí y Foreman hicieron historia a cada paso. Pero ninguna fue tan grande, tan legendaria ni superó tanto al boxeo como la que los dos protagonizaron hace medio siglo exacto sobre un ring del Africa más profunda. Por el título del mundo de todos los pesos.