Otra vez la Selección Argentina regaló una noche de emociones grandes. La despedida conmovedora de Angel Di María y el reencuentro entre el equipo y su gente en el estadio Monumental tras el bicampeonato de América renovaron un lazo afectivo cada vez mas fuerte. “Fideo” se fue por la puerta grande, rodeado del cariño y la admiración de los hinchas y después de haberle dado todo (y más también) a la camiseta celeste y blanca. Sus compañeros estuvieron a la altura. Y lo homenajearon con la pelota en movimiento. Con el capitán Lionel Messi mirando el partido por televisión desde Miami, derrotaron 3 a 0 a Chile, volvieron a enamorar y ratificaron su primer puesto en las Eliminatorias Sudamericanas para la Copa del Mundo de 2026.
Di María entró en la historia del fútbol desde mucho antes de anoche. Apenas un paso por detrás de Messi y acaso de “Dibu” Martínez en el ranking del afecto popular, “Fideo”, ejemplo mayor de persistencia, pertenencia y resilencia, cerró un ciclo de quince años en la Selección en los que después de afrontar críticas despiadadas y no pocos golpes bajos, ganó un título del mundo (Qatar 2022), dos Copas América (Brasil 2021 y Estados Unidos 2024) y la Finalissima ante Italia (Londres 2022), además de la medalla de oro en Beijing 2008 con la Sub-23 y el Mundial Sub-20 de Canadá 2007. Todo esto con goles en las finales de 2008, 2021 y las dos de 2022.
Fue tan potente todo lo que pasó, el video de su carrera con la locución de su hija y la palabra de Messi, las lágrimas suyas, la de su esposa y la de su hija que hubiera merecido un marco más multitudinario. Pero el público sintió el precio impopular de las entradas y dejó el Monumental sin llenar. Hubo menos público que en los partidos anteriores, aunque una sanción de la Conmebol por cantos racistas contra Paraguay redujo un 25% el aforo.
En este contexto, el partido quedó como un simple pretexto. Un paréntesis entre el adiós de Di María y los festejos finales por el bicampeonato de América. Acaso porque Chile atraviesa un momento futbolístico de marea baja. Pero de todos modos, las diferencias no se remarcaron tanto cuando entró a correr la pelota. Argentina hizo buenos veinte minutos iniciales en el primer tiempo con presión alta y sostenida, una tenencia fluida, las subidas de Nahuel Molina ensanchando la cancha por la derecha y la movilidad arriba de Lautaro Martínez y Julián Alvarez. Pero abundó en los centros y a medida que fueron pasando los minutos, el toque se hizo estéril y el juego se fue empastando.
Un cabezazo de Nicolás González que detuvo Gabriel Arias, el arquero de Racing, fue su única situación riesgosa. Chile, que se había replegado en su área, se fue animando y a los cuarenta, casi silencia el Monumental: tras un pelotazo largo de Isla, un cabezazo de Catalán dio en el palo izquierdo. Pero fue sólo un susto. El golazo de Mac Allister a los dos minutos del segundo tiempo, luego de un centro de Julián Alvarez desde la derecha que dejó pasar Lautaro Martínez, puso todo en su lugar.
A la larga, las diferencias de nivel terminaron decantando por su propio peso. Con mejores jugadores y un toque otra vez seguro y preciso, la Selección redujo a Chile a una mínima expresión y construyó una actuación que entusiasmó a las tribunas. Gio Lo Celso, con la número once de Di María, entró muy bien al partido. Y Paulo Dybala, con la diez de Messi, no lo hizo menos en el rato que jugó. Julián Alvarez a los 38 despachó un terrible zurdazo desde fuera del área y anotó el 2 a 0. Y con el tiempo cumplido, otro zurdazo de Dybala, tras pase de Garnacho, rozó en un defensor chileno y se coló entre Arias y el primer palo. Fue el cierre perfecto de una noche que lo tuvo todo. La emoción del adiós de Di María. Y otra actuación sin puntos flojos de una Argentina que no para de ganar y hacer historia.