Crece la ultraderecha en Alemania

Desde Berlín

Un video viral inquietó a Alemania en los últimos días: un grupo de jóvenes en una fiesta electrónica alzan sus brazos y cantan “Alemania para los alemanes, extranjeros fuera”. El episodio podría resultar aislado, pero resonó fuerte en los medios de comunicación y la opinión pública porque es reflejo de algo más grande, de un clima de época que se siente cada vez más.

En la tercera economía mundial se dice que gobierna una coalición “semáforo”: el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), cuyo color es el rojo, el Partido Democrático Libre (FDP), amarillo, y Los Verdes, así a secas. Pero un fantasma recorre Europa, el fantasma de la ultraderecha, y Alemania no queda exenta de esa tendencia. En su caso, esas ideas se agrupan en un partido concreto llamado Alternativa para Alemania, más conocido como AfD por sus siglas en alemán.

Según el propio manifiesto del partido surgido en 2013, sus miembros irrumpieron en la escena política porque no querían “seguir asistiendo impasibles a la violación de la ley y el orden, a la destrucción del Estado de Derecho y a una actuación política irresponsable en contra de los principios de la razón económica”. Cinco años después de su lanzamiento, y tras una caída en la popularidad de los partidos tradicionales conservadores, desembarcaron en el parlamento. En los últimos años, además, fueron sumando victorias electorales en varios estados federados germanos.

Pero: ¿quiénes son y qué piensan los miembros del partido que miles de alemanes comparan con el nacional socialismo? “AfD es un partido que, como otros de derecha radical, aprovecha la provocación estratégica para ganar notoriedad e imponer sus temas. No les importa nada, dicen cualquier cosa y listo”, dice a PáginaI12 Raúl Gil Benito, co-conductor del podcast El tercer voto, sobre política alemana en español y miembro de La Red, asociación que apoya a inmigrantes en Alemania en su integración sociolaboral. Sobre la efectividad de ese discurso, el analista caracteriza: “Cuando se presta atención a los temas concretos, se ve claramente que atrás no hay nada. Se suele decir que AfD y otros partidos similares proponen soluciones simples para problemas complejos. Pero eso es mentira, en verdad no proponen nada”.

En enero de este año, el medio alemán Correctiv reveló una reunión secreta entre políticos de alto rango de AfD, neonazis y empresarios con poder financiero para planear, ni más ni menos, que la expulsión de millones de personas de Alemania. Eso que los jóvenes cantan en una fiesta electrónica en una isla, pero convertido en plan concreto llegado el caso de que lleguen al poder.

Según Endre Borbath,profesor del Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de Heidelberg, la agenda de AfD gira en torno a este tema. En realidad, a la inmigración y a la integración europea, como dos caras de la misma moneda. “En tanto partido radical, AfD se opone a estas dos cosas porque tienden a ponerse del lado perdedor de estos desarrollos. Con la globalización, sostienen que los ciudadanos de Alemania se enfrentan en sus lugares de trabajo a la competencia que en el mercado laboral generan los grupos de inmigrantes y consideran que Europa no está haciendo lo suficiente para aliviar estas dificultades”, explica a este diario.

Pero hay otro gran tema del que a menudo se encarga AfD: el (anti)feminismo, expresado en varias consignas y declaraciones de varios de sus referentes. Lo resume en diálogo con Página/12 Alex Wischnewski, coordinadora del programa Feminismos Internacionalistas de la Fundación Rosa Luxemburgo: “El antifeminismo de la AFD se encuentra desde el principio en su programa, que está en contra de la lengua inclusiva, de los derechos de las disidencias, de los cupos de todo tipo. Y, como realmente el sexismo y la misoginia tienen raíces muy profundas en esta sociedad, pueden conectar con esa tradición aún de una forma mayor que con los temas de racismo y anti inmigración”.

La pregunta, entonces, es por su base. ¿Entre quiénes tienen éxito estas ideas? ¿Por qué resuenan? “Curiosamente, en los últimos años vimos una transferencia de votos de la izquierda (Die Linke) a AfD. El clivaje sería la frustración. Die Linke se hizo cargo de ese sentimiento después de la caída del Muro y cuando eso se transformó en otro tipo de frustración, como por ejemplo la que hay frente a los extranjeros, el voto se fue a AfD”, explica Gil Benito, que insiste en el concepto de “normalización” para explicar cómo, a través de los medios de comunicación y de la asimilación de los mensajes ultra por parte de otros partidos políticos conservadores más tradicionales -como la CDU de Angela Merkel-, las ideas y los votantes de AfD crecen cada vez más.

Para Wischnewski, otra de las explicaciones tiene que ver con una “subjetividad muy neoliberal que avanza cada vez más”. “Es un paradigma que responde muy bien a esa idea de una jerarquía natural y de que cada uno puede luchar por esa jerarquía. En Argentina se formula como meritocracia y en Alemania se expresa en un sentido de protección que tiene que ver con que los alemanes, por su sangre, deberían tener otros derechos y otros beneficios”, analiza.

Coincide con ella Borbath en la dimensión global del asunto: “El ascenso del partido de derecha radical lo vemos en varios países europeos, tanto en Europa Occidental como en Europa Oriental, donde se han convertido en actores bastante poderosos promoviendo especialmente el nacionalismo. Y vemos que esto ocurre, salvo excepciones como Irlanda, en casi todos los países, incluso en aquellos que también han sido excepciones en el pasado, como España o Portugal”.

El próximo domingo habrá elecciones europeas, en las que votantes de cada país de la Unión Europea eligirán a sus representantes como diputadxs al parlamento común. Pese a haber sido expulsado del bloque más conservador de ese cuerpo por comentarios filonazis de su principal candidato, Maximilian Krah,  AfD es la segunda opción para estos comicios en Alemania según sondeos de la encuestadora INSA, que tiene al partido ultra con un 17% de intención de voto, solo por detrás (aunque lejos) de la CDU ( Unión Democrata Cristiana) que tiene 30%. Los miembros de la coalición gobernante van por detrás: SPD tiene un 14% de intención, Los Verdes un 13% y FDP, un 4%.

Con una buena performance, el partido pasaría a tener un buen número en la Eurocámara, además de casi 80 escaños en el parlamento federal alemán y representantes en dieciséis de los diecisiete parlamentos estatales. ¿Podrá soñar con formar gobierno en las elecciones generales de 2025? Arriesga Gil Benito: “La fortaleza de la derecha radical siempre viene de la debilidad de la derecha conservadora o moderada. Todo depende de qué hagan los otros partidos, porque para las próximas elecciones no van a tener fuerza para formar gobierno solo. Tendría que haber otros que quieran formar gobierno con ellos. Ahí estará la cuestión”.