Algo en la gestión no está funcionando y, por primera vez en cinco meses, el oficialismo lo admite. Detrás del cambio de nombres en la jefatura de Gabinete, Nicolás Posse por Guillermo Francos, existe una historia de frustración y desconfianza. Al funcionario saliente le reprochan haber acumulado demasiado poder y resuelto muy poco. También lo acusan –por lo bajo– de hacer espionaje ilegal a integrantes del Gobierno. A Francos le exigen ahora reforzar la articulación política, aunque ya le avisaron que le quitarán competencias a su nuevo cargo. La apuesta de Javier Milei, abocado a su posicionamiento internacional, es empoderar a los ministros para acelerar las reformas. En este esquema, Federico Sturzenegger ingresará al Gabinete con la ambición de desarmar al Estado lo más rápido posible y avanzar en el plan de privatizaciones. Su histórica enemistad con el ministro de Economía, Luis Caputo, abre la puerta a otra encendida disputa interna.
Crisis y reestructuración
En el nuevo dispositivo de poder, Federico Sturzenegger –ideólogo del megaDNU y la ley Bases– saldrá de las sombras para hacerse cargo de una tarea fundamental: desguazar al Estado. El exfuncionario de la Alianza habla de “descontaminar” el sector público y “sanear” las empresas estatales. Según Francos, la idea del Presidente es “incorporar a una persona que sea capaz de analizar la regulación argentina y discutir con todos los miembros del Gabinete su visión sobre la simplificación y desregulación de la normativa pública”.
Paralizada la gestión y empantanada las reformas en el Congreso, Milei pretende sacudir el tablero con los ascensos de Sturzenegger y Francos. “Tenemos que reorganizar la estructura del Gobierno”, explicó ayer el exministro del Interior. En la Casa Rosada responsabilizan a Posse por el letargo. Aseguran que “centralizó muchas decisiones, no delegó y generó un cuello de botella” que se ve reflejado en los cargos vacantes y la falta de celeridad para eliminar organismos públicos. Por ese motivo, en el Gobierno hablan de “descentralizar” las funciones de la jefatura de Gabinete y “devolverle competencias” a los ministerios. En otras palabras, pretenden dotar al área de menos responsabilidades técnicas y más políticas.
Entre las competencias que delegará la jefatura de Gabinete se encuentra el control de empresas como Aerolíneas Argentinas, el Correo Argentino, Corredores Viales, Administración General de Puertos (AGP), Télam, Arsat y AYSA. Son firmas que estaban bajo la órbita del exMinisterio de Infraestructura y en enero pasaron a manos de Posse. De esta forma, se estima que Sturzenegger se quedará con la Secretaría de Empresas y Sociedades del Estado, a cargo de Mauricio González Botto.
Junto al economista, desembarcará en el nuevo ministerio de “Modernización” uno de sus hombres más cercanos, Maximiliano Fariña. También quien fuera su segundo en el Banco Central durante el macrismo, Lucas Llach. De aquella experiencia todos recuerdan el enfrentamiento entre Sturzenegger y Luis Caputo. Fue “Toto” quien lo reemplazó en 2018 cuando el expresidente Mauricio Macri lo expulsó del Gobierno. De acuerdo al asesor estrella de Milei, Caputo fue –junto a Nicolás Dujovne– uno de los responsables de haber modificado las metas inflacionarias que dieron inicio al derrumbe económico de Cambiemos.
El temor ahora es que aquella vieja disputa reviva en los próximos meses. En el último tiempo, por ejemplo, ya aparecieron diferencias respecto hasta qué punto se deben “liberar los precios” de la economía. Ante el descomunal aumento de las prepagas, Caputo señaló que se les “había ido la mano” y que le estaban “declarando la guerra a la clase media”. Sturzenegger, en cambio, defendió las subas y llamó a “confiar en el mercado”.
Con el arribo del exfuncionario de Fernando De la Rúa –cerebro del Megacanje que antecedió la crisis del 2001–, Milei le envía un mensaje a Caputo, a la política y a los mercados: a pesar de los obstáculos, no está dispuesto a correrse del plan original e incorpora a un dogmático que será el garante del ajuste.
Acelerar la rosca
Hay un punto en el que todos coinciden; Milei, Caputo y Sturzenegger. El bloqueo de la Ley Bases en el Congreso complica el rumbo económico. De ahí que se le haya encomendado a Francos, en su nueva función, acelerar los acuerdos legislativos. “El Presidente me elige porque se da cuenta de que con la política argentina se le hace complicado, porque no la entiende”, dijo sincero el flamante jefe de Gabinete.
Focalizado en sus viajes al exterior, a Milei no le interesa sentarse a negociar con los bloques aliados, aunque empieza a entender que los necesita. Por eso promovió a Francos –un dialoguista– y bajó el nivel de agresión hacia los gobernadores y legisladores. Otra señal en ese sentido, es que, por el momento, el mandatario dejó en su cargo al vicejefe de Gabinete, José Rolandi, en reconocimiento por haber logrado la media sanción de las reformas en Diputados.
Recibidas las indicaciones presidenciales, Francos comenzó ayer su gestión. Por la tarde fue al Senado a tender puentes con la oposición aliada. Por la mañana, en un intento de mostrar distensión, sacó el Gabinete a la calle. En lo que fue la segunda reunión del día, los hizo cruzar la Plaza de Mayo y se los llevó a tomar un café a una confitería del centro porteño. Lo acompañaron Lisandro Catalán (el nuevo responsable de Interior), Luis Petri (Defensa), Sandra Pettovello (Capital Humano), Santiago Caputo (asesor presidencial), Mariano Cúneo Libarona (Justicia), Mario Russo (Salud), Manuel Adorni (vocero presidencial), Diana Mondino (Cancillería) y Patricia Bullrich (Seguridad). Todo un gesto político para diferenciarse del oscurantismo que envolvía a su antecesor, Nicolás Posse.
Se terminó el amor
La relación de más de 20 años de Milei y Posse estaba rota hace tiempo. El Presidente ya no ocultaba su furia con el exjefe de Gabinete, con quien hablaba lo mínimo e indispensable. La tensión era tal que no pudieron retrasar más la dimisión y ni siquiera se pusieron de acuerdo en la forma del anuncio.
En un último gesto de rebeldía, el lunes, Posse se cortó solo y sin el aval de Presidencia emitió un comunicado en el que informó su salida y versión de los hechos. El texto resaltaba que había “diferencias de criterios y expectativas” con el mandatario e incluía una chicana a Manuel Adorni: “fin”, decía en clara alusión al latiguillo que utiliza el vocero en redes sociales. Minutos más tarde, la oficina del Presidente emitió otro comunicado con el detalle de la medida. En Casa Rosada aclararon que no había sido coordinado y que el Presidente desconocía la jugada del exfuncionario. Todo un síntoma del quiebre interno.
Los días previos habían estado sacudidos por acusaciones de espionaje ilegal y destrato presidencial. Versiones periodísticas que salieron desde la quinta de Olivos denunciaron que Posse ordenó a sus hombres de la AFI –Silvestre Sívori y Jorge Antelo– realizar tareas de espionaje sobre integrantes del Gabinete, entre otros, a Karina Milei. También que habría conspirado junto a la vicepresidenta Victoria Villarruel para instalar micrófonos en el despacho del mandatario. Todos trascendidos que surgieron desde el entorno de Milei, quien en los últimos días le retiró el saludo a su examigo de la Corporación América.
Ante un escándalo que ya era público, en el Gobierno no quisieron estirar más la definición. Milei había prometido que los cambios vendrían una vez finalizada la discusión por la Ley Bases en el Congreso, pero la tensión fue insostenible. El lunes por la noche, confirmaron lo que todo el mundo ya sabía, que Posse saldría eyectado. “No queríamos seguir generando incertidumbre sobre el tema”, indicaron en Balcarce 50.
En medio de las turbulencias internas, Milei viajaba a Estados Unidos por cuarta vez desde que asumió. De visita por California se reencontrará con el magnate Elon Musk, conocerá al CEO de Meta, Mark Zuckerberg, y estará a miles de kilómetros de los graves problemas que atraviesan su gestión.