En Curitiba casi todo el mundo se va a dormir temprano. A las diez y media de la noche, la gran mayoría de los restaurantes y los bares ya están cerrados, y las calles se vacían. Algo extraño para una ciudad brasileña, pero es así. A los empresarios argentinos que llegaron para hacer negocios –una comitiva de más de 120 personas, entre ellas funcionarios y directivos de distintas cámaras provinciales–, no les queda otra que utilizar el lobby del hotel para aprovechar las sobremesas y seguir ofreciendo sus productos y cerrando acuerdos sin importar la hora. Los mueve la necesidad de salvar sus emprendimientos, que están acosados por la crisis de consumo a nivel local, desatada a partir de la brutal licuación de los salarios. Las ventas minoristas acumulan desde diciembre una baja de entre un 20 y un 30 por ciento, según el rubro. El sur de Brasil, y su inmenso mercado en constante expansión, por contraste, puede ser un salvoconducto. Aunque no es fácil.
“Va a llevar un tiempo, porque exportar siempre es a mediano plazo. Pero no es que estemos buscando ampliar negocios únicamente. Como está la cosa, no hay otro camino: exportas o quebrás”, le cuenta a Página/12 un empresario del interior que está al frente de un negocio pujante, pero que destina cada vez más porcentaje de su capacidad instalada para el exterior. Su empresa cayó un 35 por ciento en ventas en el último trimestre y afronta, por primera vez en años, una crisis de rentabilidad. “La gente no tiene un mango. El que antes te compraba de a tres envases, te compra uno, o ninguno”, dice.
En ese contexto recesivo, Curitiba asoma como una nueva meca para las pymes nacionales. Especialmente para la CAME, que puso un pie por primera vez en la capital del Estado de Paraná, cabeza productiva del sur brasileño, hace ya dos años. La apuesta en 2024 fue ampliar el stand que la cámara tiene en la feria de supermercadistas “Expo Apras”, donde los empresarios argentinos pudieron ofrecer sus productos –especialmente de la industria alimenticia, destinados al sector de mayores ingresos– y participar de rondas de negocios. También inauguraron un showroom permanente en la ciudad, que servirá como centro de distribución y concreción de trámites para la exportación. Y, de paso, para estrechar lazos políticos, que son una parte inestimable de la tarea.
De todo eso se habla, muy lejos –a más de tres mil kilómetros de distancia– del Foro de Llao Llao, donde el presidente Javier Milei dio un discurso ante un puñado de representantes del Círculo Rojo. El contraste entre el lujo ostensivo de Bariloche y la apuesta de las pymes de aterrizar de emergencia en un mercado tan gigante como cerrado a ciertos sectores de la economía por momentos es total. Salvo por la presencia del secretario Pyme, Marcos Ayerra, no hubo en Curitiba funcionarios nacionales, pese a la magnitud de la comitiva, que duplicó a la del año pasado. La canciller Diana Mondino, que estaba de gira diplomática por San Pablo, declinó la invitación a participar. Además, los apoyos para afrontar el desembarco partieron principalmente de las administraciones provinciales. “El gobierno todavía no nos ve”, deslizó un alto funcionario de la entidad sobre el asunto.
Você vai sofrer
Desde Brasil, Ayerra se dedicó únicamente a dar malas noticias. En un discurso frente a los directivos del Sebrae (el homólogo brasileño de la CAME), calificó como “doloroso” el momento que atraviesa el sector, aunque prometió que el Gobierno está trabajando para ellos “a largo plazo, ordenando la macro y promoviendo una reforma laboral”. “Sabemos que hay mucho dolor a corto plazo. Pero lo que estamos discutiendo es cómo llegar al otro lado del río”, siguió, y hasta se animó a postular que, para hacerlo, el oficialismo debe “acelerar a fondo” con el plan económico de ajuste y motosierra.
Traducido, lo que Ayerra le planteó a las pymes es que muchas se van a quedar en el camino de la recesión, y que el Gobierno no tiene entre sus prioridades salir a contenerlas.
Sentado a la cabecera del centro de conferencias de la sede paranaense del Sebrae, el secretario pyme de Nación oyó cómo, en Brasil, las grandes empresas aportan a las pequeñas y medianas, en un círculo virtuoso de apoyos para impulsar la economía. Habrá que ver si ese modelo tiene alguna resonancia al otro lado de la frontera, sobre todo entre los que sentaron en primera fila en Llao Llao a escuchar al Presidente.
De todos modos, en la Rosada ya empezaron a implementar mecanismos de compensación. La Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo de Nación actualizó a principios de abril los montos máximos de facturación para categorías MiPyME, lo que representa beneficios impositivos para el sector. Pendiente quedaron, por ahora, los mecanismos para “eliminar las trabas” a la exportación en el marco del Mercosur, un tema que también formó parte de la agenda de Mondino en San Pablo y que será de largo aliento en una relación bilateral con el gobierno de Lula Da Silva bastante complicada, pese a que en el apartado de los negocios impera un pragmatismo absoluto (ver aparte).
Durante el año pasado, las pequeñas y medianas empresas argentinas exportaron hacia Brasil por un total de 1.176 millones de dólares, y la CAME apuesta a multiplicar ese guarismo. La capital de Paraná, en ese marco, es el puerto de llegada: tiene un mercado de más de 12 millones de consumidores, y los propios empresarios locales admiten que no llegan a cubrir toda la demanda potencial. Pero también es un punto de partida. “Curitiba es el test de Brasil: lo que acá funciona, sirve para el resto”, explicó a este diario el secretario general de la entidad, Ricardo Diab.
¿Luz al final del túnel?
Las discusiones respecto del cómo y el cuándo se producirá el mentado “rebote” de la economía tras el ajuste y la devaluación coparon las sobremesas de los empresarios argentinos en Brasil. En general, la mayoría apuesta a un repunte al calor de la liquidación de la cosecha y cierto ordenamiento de la macro, que al menos les permita capear el temporal.
La preocupación pasa por la extensión de la malaria en el tiempo. “Lo peor todavía ni siquiera llegó, porque falta el tarifazo”, sostuvo uno de ellos. También hay acuerdo con que “había que arreglar la macro”, aunque casi todos también coinciden en que “al Gobierno se le fue la mano”, con la motosierra.
¿Cuánto tiempo más podrán sostener a sus empleados? Es la pregunta de la hora. “Estamos perdiendo rentabilidad”, avisa Diab. El Gobierno también está avisado.