En todo ámbito hay gente buena y mala, que sabe y que no sabe, capaz o incapaz. En cada uno de esos sectores le quedará la posibilidad y responsabilidad de elegir bien a los que conducen, y la de luchar o al menos de enterarse, a los involucrados y a los que sufren una determinada situación. El deporte no es una excepción a esa regla.
Sus autoridades, tanto en la Secretaría de Deportes como en el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard), nos dicen que están “estudiando” lo que hacer con el escaso dinero con el que cuentan. En este caso, el deporte de representación nacional, cuyo principal centro de entrenamiento, el Cenard y su planta de trabajadores, aparecen bajo la amenaza de despidos.
Por supuesto, esta situación de carencia ocurre también con el deporte social o masivo. El conocido recurso de “estudiar” no resulta, si no tenemos la literatura adecuada de consulta o no la entendemos bien.
Esto de carecer de estrategias a corto y largo plazo es un mal frecuente, y ya se sintió en muchos períodos de nuestro deporte, como recientemente ocurrió en los Juegos de la Juventud Buenos Aires 2018. Y sirvió para que casi no quedara rédito deportivo para el futuro del deporte, ya que la mayoría de esos jóvenes talentos detectados, abandonó el deporte o no tuvo el desarrollo esperado.
Es claro que este método de ajustar mirando sólo la billetera es poco virtuoso y carente de ideas, y cualquiera lo puede hacer, debido a que ni siquiera es una estrategia interna de redireccionamiento de los fondos disponibles.
Resulta parecida en este sentido a las sangrías medievales hechas por el barbero del pueblo, que fallaron casi siempre, ya que el paciente solía no resistir.
Se me antoja entonces más como la justificación de un recorte presupuestario, que como la propuesta meditada de algo diferente. Ya lo dije hace algunos años: “Para regular el deporte, hay que saber de deporte”.
* Ex Director Nacional de Deportes.