Respecto de su país el Papa no ha tenido una conducta diferente que con el resto del mundo. Francisco se encargó desde Roma de llevar a los altares al obispo riojano Enrique Angelelli y sus compañeros mártires, asesinados por la dictadura militar. También hizo santo al Cura Brochero y más recientemente a Mamá Antula. Asimismo impulsó el proceso de canonización del cardenal argentino Eduardo Pironio.
Desde siempre se abrieron muchas expectativas respecto de la posibilidad de su viaje a la Argentina. Él nunca lo descartó y en los últimos tiempos esa posibilidad se hizo más cierta. A pesar de los agravios que le lanzó en campaña Javier Milei lo invitó a visitar el país apenas asumió el gobierno y ratificó su convite en el encuentro que ambos tuvieron en Roma el 12 de febrero pasado. A partir de la gestualidad que rodeó aquel diálogo, desde el gobierno de LLA se presentó esa audiencia como una suerte de reconciliación entre Bergoglio y Milei. Se llegó a decir que el Papa “comprendió” la preocupación del Presidente por los pobres y los que sufren. Fue el mismo Francisco quien pocos días después, en el mensaje enviado a un encuentro de jueces en Buenos Aires se encargó de reafirmar el valor de la justicia social y el papel del Estado, contradiciendo a Milei.