“Disculpe, ¿fuego tiene?”, preguntaba Mario Santos cada vez que Los Simuladores concretaban exitosamente una misión. En el clásico rosarino de este domingo en cancha de Newell’s hubo algo de eso, aunque con el orden invertido. Es que a Ignacio Malcorra, el 10 de Central, primero le tiraron un sinfín de encendedores -cada vez que fue a patear un córner- y bastante después terminó celebrando, tras meter un delicioso zurdazo para poner el inamovible 1 a 0 en el segundo tiempo.
Con la inspiración de Malcorra de un lado y las muchas atajadas de Fatura Broun del otro fue que Rosario Central se retiró extasiado del Coloso del Parque, una vez más. La de esta noche fue la novena ocasión seguida que Newell’s no le gana como local: cuatro triunfos de Central y cinco empates, siendo la última alegría rojinegra en un cada vez más lejano 2008.
Vale remarcar otra vez la tarea del arquero capitán de Central ya que, en materia de juego, lo de Newell’s fue superior. Aún en un interrumpidísimo partido, más discutido que la Ley Ómnibus en el Congreso (40 infracciones, 10 amarillas y demoras varias), el equipo del uruguayo Larriera se las ingenió para crear numerosas situaciones de peligro. Y hasta llegó a festejar un gol, finalmente anulado por una clara posición adelantada.
Pero al local le jugaron muy en contra los nervios. Aunque llegaba más holgado en materia de puntos (12 contra 8), la consagración de Central en la Copa de la Liga pasada y la racha adversa en su casa construyeron un ambiente poco propicio para el fútbol prolijo que supo mostrar el equipo en las primeras cuatro fechas (cuatro triunfos). Un lateral mal sacado de Martino o una mano afuera del área del arquero Macagno probaron lo sobrepasados de los jugadores locales, quienes una vez en desventaja jugaron con la melodía incesante del “pongan huevos” en sus oídos.
Claro que tampoco lo ayudó la ausencia de Éver Banega -expulsado en la última fecha-, generador total del fútbol de Newell’s y capaz de absorber la presión. El diez rojinegro terminó viendo desde el banco la tercera caída seguida de los suyos en la Copa -excursión ¿desafortunada? a Miami en el medio- y, sobre todo, un nuevo festejo de los dirigidos por el sabio Miguel Ángel Russo.