Jannik Sinner ya sabe lo que se siente. Conoce, de su propia piel, con apenas 22 años, la mayor sensación que puede vivir un tenista durante su carrera: ganar un torneo de Grand Slam, una de esas conquistas que graban el nombre de cada campeón para la posteridad.
La joya del tenis italiano, el número cuatro del mundo, concretó de la manera más acabada lo que sus condiciones insinuaban. Conquistó el Abierto de Australia tras imponerse, en su primera final de Grand Slam, tras haber estado con dos sets de desventaja: superó por 3-6, 3-6, 6-4, 6-4 y 6-3, en tres horas y 44 minutos, al ruso Daniil Medvedev, el heterodoxo ex líder del ranking que no pudo sostener la intensidad física –estuvo más de 24 horas reloj en la cancha durante todo el torneo– pese a su vasta experiencia en finales de este tipo -perdió cinco de las seis que jugó; ganó el histórico US Open 2021-.
Sinner venía de un gran golpe en las semifinales: había eliminado nada menos que a Novak Djokovic, el máximo campeón de Grand Slams de todos los tiempos y diez veces campeón en Melbourne Park, quien no perdía en ese escenario desde enero de 2018 -33 festejos en fila-. En su primera final de mayor calibre, sin embargo, estuvo apremiado ante un Medvedev que, más allá del recorrido acumulado, se mostraba afilado y se encaminaba al triunfo.
“Sono morto“, esbozó en un momento el italiano, con la mirada fija a su banco, en el que se encontraba el legendario Darren Cahill –ex coach de Andre Agassi y Simona Halep, entre otros–, quien lo entrena junto con Simone Vagnozzi. Sucedió cuando sacaba dos sets a cero a bajo, 4-4 y 40-40. Estaba contra las cuerdas. Pero la historia lo miraba del otro lado y decidió despertar en el partido más relevante de su vida: emparejó el desarrollo, llevó el proceso a un partido de cancha rápida y le hizo sentir al ruso, quien fuera número uno durante 16 semanas en 2022, que más pronto que tarde le fundiría el motor.
“Medvedev jugó muy bien durante los primeros dos sets y medio. Yo traté de acercarme y de aprovechar mis oportunidades en el tercer set. Y lo logré. Entonces intenté aguantar en la cancha el mayor tiempo posible; él había pasado muchas horas en los partidos. Cuanto más avanzara el partido más lo sufriría en lo físico. Esa fue la clave”, analizó el campeón.
Sinner, llamado a marcar una época, ganó entonces la primera final de Australia, desde 2005, que no tuvo ni a Djokovic, ni a Rafael Nadal ni a Roger Federer, los tres grandes de la era dorada, como protagonistas. Aquella edición, casi de antaño previo al extenso dominio del Big 3, había consagrado a Marat Safin frente a Lleyton Hewitt. El joven italiano, de golpes arrasadores en los tiempos del tenis directo, le envió un claro mensaje al español Carlos Alcaraz, de 20 años, ex número uno y ganador de dos Grand Slams: está dispuesto a disputar la hegemonía de los próximos años.
Para dimesionar el hito que consiguió el italiano, que quedó a menos de 500 puntos del tercer puesto del ranking –ocupado por el propio Medvedev–, es necesario realizar un pequeño recorrido hacia atrás: Sinner es apenas el octavo tenista masculino en ganar una final de singles de Grand Slam, desde el inicio de la Era Abierta (1968), después de perder los dos primeros parciales.
Antes lo habían logrado el sueco Björn Borg (Roland Garros 1974 ante Manuel Orantes), el checo Ivan Lendl (Roland Garros 1984 frente a John McEnroe), el estadounidense Andre Agassi (Roland Garros 1999 ante Andrei Medvedev), el argentino Gastón Gaudio (Roland Garros 2004 frente a Guillermo Coria), el austríaco Dominic Thiem (US Open 2020 contra Alexander Zverev), el propio Djokovic (Roland Garros 2021 ante Stefanos Tsitsipas) y Nadal (Australia 2022 ante Medvedev). Del club de los ocho apenas dos registraron el logro en su primera final de Grand Slam: Gaudio y el propio Sinner.
La montaña, el esquí y la influencia alemana
Sinner nació el 16 de agosto de 2001 en San Candido, una pequeña localidad en la región de Trentino Aldigio, al norte de Italia. Basta una fugaz búsqueda en internet para que aparezcan unas pocas líneas. “Aquí nació Jannik Sinner”, se puede leer. Se trata de la zona de los Dolomitas, al sur de la frontera con Austria, con una gran influencia alemana, sobre todo, en el nombre de sus habitantes. Incluso la propia localidad también tiene su nombre en alemán: Innichen.
El explosivo tenista italiano, acaso ya consagrado como el mejor jugador de la historia de su país, es hijo de padres con origen alemán. Jonnah, su padre chef, y Singladine, su madre moza, trabajaban en el restaurante del resort Talschlusshutte, en cuyo alrededor podían verse sólo montañas. Los primeros pasos del pequeño Jannik en el deporte fueron, con toda lógica, en el esquí. Se destacó al punto de que llegó a ser uno de los mejores italianos de su categoría y hasta se consagró dos veces campeón nacional.
En simultáneo Sinner se acercó al tenis por empuje de su padre: con sólo 13 años se mudó a Bordighera, en la Riviera italiana, para entrar en el Piatti Tennis Center. En ese lugar Ricardo Piatti, el prestigioso entrenador que trabajara con el croata Ivan Ljubicic y con Djokovic antes de su explosión, por caso, observó que el italiano tenía condiciones para llegar bien lejos.
El ojo clínico del formador no falló. Con 16 años Sinner ya se hizo profesional. En 2018 ganó sus primeros tres Challengers y en 2019 llegó la irrupción definitiva: rompió la línea del top 100, fue invitado como jugador local al Next Gen Finals de Milán –el Masters sub 21– y se consagró tras vencer en la final al top 20 australiano Alex de Miñaur.
La elección del tenis no había sido errada: “Elegí el tenis porque me gusta jugar. Esquiar consiste en una bajada de un minuto y medio por la colina; si cometés un error todo se termina. En el tenis todavía podés cometer algunos errores y ganar; hay más oportunidades para jugar. En lo físico creo que es mejor para mí. Disfruto mucho del tenis”.
Un espacio en la historia
Sinner acaba de ganar, en Australia, su título número once en el circuito mayor. Con sólo 22 años ya es el tenista masculino italiano con mas trofeos en singles: dejó atrás las diez conquistas del mítico Adriano Panatta, el único campeón previo de su país en un Grand Slam en la Era Abierta –Roland Garros 1976–.
De hecho, Sinner es apenas el tercer ganador de Grand Slam de Italia en toda la historia: al título de Panatta en París se le suman los dos de Nicola Pietrangeli, también en el Bois de Boulogne, en 1959 y 1960. Con varios años por delante en la elite, el actual número cuatro del mundo ya ganó más que todas las leyendas que lo precedieron.