El esperado informe del comité parlamentario sobre la conducta de Boris Johnson durante la pandemia resultó devastador para las exiguas esperanzas de regreso político del ex primer ministro y ahora ex diputado conservador. El comité dictaminó que Johnson engañó deliberadamente al parlamento sobre el llamado “Partygate” (las más de 100 fiestas y reuniones en 10 Downing Street durante el confinamiento) y fue “cómplice” en el intento de “intimidar y abusar” a los diputados que estaban a cargo de la investigación de los hechos.
El comité parlamentario, que tiene mayoría conservadora, señaló que, de no haber renunciado el viernes pasado a su banca, Johnson habría recibido una suspensión de la Cámara de los Comunes de 90 días, sanción que no tiene precedentes en la larga historia parlamentaria británica. Hundiendo más la daga en el ex primer ministro, recomendó que no se le otorgara el pase que reciben normalmente los ex diputados para acceder al parlamento. “Que le haya dado información errónea a la cámara acerca de la conducta de ministros y funcionarios en los más altos niveles de gobierno durante una emergencia nacional es de una gravedad inusitada. Que haya descripto a este comité como abocado a una caza de brujas equivale es equivalente a atacar la base y fundamentos de nuestras instituciones democráticas”, señaló el informe.
Los argumentos de Johnson
Siguiendo el protocolo parlamentario de estas investigaciones, el comité le hizo llegar a Johnson el martes de la semana pasada el grueso del informe. Johnson regresó al país de inmediato y el viernes por la noche sorprendió a la opinión pública renunciando a su banca y atacando al comité por su “evidente parcialidad” que tenía como objetivo “revertir el Brexit” y “traicionar el mandato popular”.
Las declaraciones de Johnson no cayeron bien ni entre sus aliados que sienten que la sombra de sus escándalos va a perseguir a los conservadores por mucho tiempo y está arruinando cualquier chance de victoria o de derrota digna en las elecciones generales del año próximo. “Cuanto antes se vaya mejor”, murmuraron muchos en distintos medios “off the record”, prueba del ascendiente que Johnson tiene no tanto en el parlamento, sino en la base conservadora, muchos de los cuales piensan que fue traicionado por los mismos parlamentarios conservadores.
Según las denuncias de la prensa británica – conservadora y de centro izquierda – se realizaban fiestas en 10 Downing Street de manera rutinaria casi todos los viernes para “chill out” (relajarse) y de manera regular para todo tipo de eventos: despedidas, cumpleaños, celebraciones. En ese mismo período – marzo de 2020 a diciembre 2021 – el resto de la población británica permanecía en distintos niveles de confinamiento, la mayor parte del tiempo sin poder ver a su familia, parientes, amigos y con estrictas regulaciones para salir a la calle en casos de emergencia – compra de alimentos o medicamentos – o por las llamadas salidas higiénicas (caminar en las calles, pasear por los maravillosos parques británicos). Según la última información, más de 227 mil personas murieron de Covid en el Reino Unido.
En un diálogo en vivo esta mañana con la BBC, Liz, una de las familiares de las víctimas, dijo que el veredicto le había hecho recobrar su fe en el parlamento. “Al funeral de mi padre solo pudimos ir seis personas. Mi madre ni siquiera le pudo poner un clavel en el ataúd. No se nos permitió que la abrazáramos. Fue barbárico. El gobierno no tiene ninguna excusa para su conducta”.
¿Adiós Boris?
La carrera política de Johnson es la de un gato con siete vidas: suspendido de su propio partido, echado de su puesto de canciller y de primer ministro, con un oscuro pasado de mentiras verificadas durante su encarnación previa como periodista. A pesar de todo fue elegido dos veces alcalde de Londres y en las elecciones de 2019 ganó una mayoría parlamentaria absoluta. En ese momento la predicción de los futurólogos de la política era que iba a gobernar el resto de la década: de escándalo en escándalo duró poco más de dos años.
En los últimos días Johnson intentó revivir el mismo libreto que le sirvió para llegar a la cúspide del poder político primero como artífice del referendo del Brexit en 2016 y después con la firma final del acuerdo con la Unión Europea para la salida que finalmente tomó lugar el 31 de diciembre de 2021. Según reiteraron esta semana el mismo Johnson y su menguante corte de aliados en la Cámara de los Comunes es un complot del parlamento, la BBC, los funcionarios públicos, la oposición y otros actores diversos que aportan número para dimensionar la conspiración en curso.
Nada es imposible en política, pero esta vez parece haber ido demasiado lejos: ni su estilo campechano, simpático, confuso y displicente de Oxford le dará una vía de escape. En 2019, justo antes de que se convirtiera en primer ministro, su ex editor en el “Daily Telegraph”, el historiador conservador Max Hastings fue lapidario. “Uno puede discutir si él es un sinvergüenza total o un pícaro desfachatado, pero sobre lo que no cabe la menor duda es que su nivel ético y moral es cero, una bancarota total que se basa en su absoluto desprecio a la verdad”
En las últimas elecciones los conservadores decidieron que una victoria compensaba ese bagaje personal. Desde su renuncia el vierrnes pasado a su banca, casi nadie salió a defenderlo entre los mismos parlamentarios que lo votaron y ovacionaron. La mayoría sabe que el “Johnson affaire” los está hundiendo. “La pantomima tiene que acabar”, dijo un conservador al dominical “The Observer”.
Su caída en desgracia coincide con las tribulaciones ante la justicia de Donald Trump con quien comparte estilo extravagante, nulo apego a la verdad y un corte de pelo revuelto disimulado por la formalidad del traje. ¿Habrá que tener instintiva desconfianza a los políticos con este aspecto?